En Rochester, Nueva York
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ir, a menos que empeorara. Dentro de dos días debíamos comenzar
nuestro viaje para llegar a tiempo a nuestra primera cita. Presen-
tamos el caso delante del Señor, tomando como prueba, de que si
el niño tenía apetito para comer, nosotros nos aventuraríamos. El
primer día no hubo mejoría. El no podía tomar ningún alimento. Al
día siguiente, cerca del mediodía pidió caldo, y esto lo fortaleció.
Comenzamos nuestro viaje esa tarde. Cerca de las cuatro de
la tarde tomé a mi hijo enfermo sobre una almohada y viajamos
35 kilómetros. El parecía estar muy nervioso esa noche. No podía
dormir, y yo lo tuve en mis brazos casi toda la noche.
A la mañana siguiente consultamos juntos si debíamos regresar
a Rochester o continuar el viaje. La familia que nos había alojado
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nos dijo que si proseguíamos, tendríamos que enterrar al niño en
el camino, lo cual parecía ser así. Pero no me atrevía a regresar a
Rochester. Creíamos que la aflicción del niño era obra de Satanás,
para impedirnos viajar. Y no cedimos ante él. Le dije a mi esposo:
“Si regresamos puedo descontar que el niño morirá. Si seguimos
viajando, lo más que puede ocurrir es que muera. Continuemos
nuestro viaje, confiando en el Señor”.
Teníamos delante de nosotros un viaje de 160 kilómetros para
hacer en dos días, pero creíamos que el Señor obraría en nuestro
favor en ese tiempo de extrema necesidad. Yo estaba muy agotada, y
temía dormirme y que el niño se me cayera de los brazos; de manera
que lo apoyé en mi regazo, y lo até a mi cintura, y ambos dormimos
aquel día durante gran parte del viaje. El niño revivió y continuó
fortaleciéndose a través de toda la gira, y lo trajimos de vuelta a casa
bien robusto.
El Señor nos bendijo mucho en nuestro viaje a Vermont. Mi espo-
so tenía mucha preocupación y trabajo. En las diferentes reuniones
realizó la mayor parte de las predicaciones, vendió libros y trabajó
para extender la circulación del periódico. Cuando terminaba una
conferencia, nos apresurábamos a la próxima. A mediodía alimentá-
bamos el caballo al lado del camino, y comíamos nuestra merienda.
Entonces mi esposo, apoyando su papel de escribir sobre la caja en
la que teníamos el almuerzo o en la parte superior de su sombrero,
escribía artículos para la
Review
y el
Instructor
.