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Notas biográficas de Elena G. de White
Conversión del capataz de la imprenta
Mientras estábamos ausentes de Rochester en esta gira al este,
el capataz de la imprenta fue atacado de cólera. Era un joven no
convertido. La señora de la casa donde él se hospedaba murió de la
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misma enfermedad, y también su hija. Entonces él cayó, y nadie se
aventuraba a cuidar de él, porque temían la enfermedad. Algunas
personas de la imprenta lo cuidaron hasta que la enfermedad pareció
detenida, y entonces lo llevaron a nuestra casa. Tuvo una recaída, y el
médico que lo asistía se esforzó en sumo grado para salvarle la vida,
pero por fin le dijo al paciente que su caso era desesperado, y que no
podría sobrevivir esa noche. Los que se interesaban en el joven no
podían soportar la idea de verlo morir sin esperanza. Oraron en torno
a su cama mientras él pasaba por una gran agonía. El también oró
que el Señor tuviera misericordia de él, y perdonara sus pecados. Sin
embargo no obtuvo ningún alivio. Continuó teniendo calambres y
agitación en medio de una agitada agonía. Los hermanos continuaron
orando toda la noche para que el Señor le salvara la vida a fin de
que se arrepintiera de sus pecados y guardara los mandamientos de
Dios. Al fin pareció consagrarse a Dios, y le prometió al Señor que
observaría el sábado y le serviría. Pronto se alivió.
A la mañana siguiente llegó el médico, y al entrar dijo: “A la una
de la mañana le dije a mi esposa que con toda probabilidad el joven
ya había dejado de sufrir”. Pero le comunicaron que estaba vivo. El
médico estaba sorprendido, e inmediatamente subió las escaleras en
dirección a su habitación. Al tomarle el pulso dijo: “Joven, Ud. está
mejor; la crisis ha pasado; pero no fue mi habilidad médica la que
lo salvó, sino un poder superior. Con buen cuidado, Ud. mejorará”.
Mejoró rápidamente, y pronto ocupó su lugar en la imprenta, como
un hombre convertido.
Natanael y Ana White
Después que regresamos del viaje del este, se me mostró que
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estábamos en peligro de asumir cargas que Dios no exigía que
lleváramos. Teníamos que hacer una parte en la causa de Dios, y no
debíamos recargarnos aumentando nuestra familia para gratificar los
deseos de algunos. Vi que con el propósito de salvar almas debemos