Capítulo 23—Traslado a Míchigan
En 1855 los hermanos de Míchigan abrieron el camino para
trasladar a Battle Creek la obra de publicaciones. Por esa fecha mi
esposo debía entre dos y tres mil dólares, sin que para saldar la deuda
contara con otra cosa que una reducida cantidad de libros y varias
facturas de venta, entre ellas algunas de dudoso cobro. Parecía como
si la causa se hubiese paralizado. Los pedidos de publicaciones eran
pocos y de escasa importancia. Mi esposo andaba mal de salud.
Le aquejaba una fuerte tos con irritación de los pulmones, y tenía
abatido el sistema nervioso. Temíamos que muriera antes de poder
librarse de la deuda.
Seguridades consoladoras
Aquellos días fueron muy tristes. Yo veía huérfanos a mis tres
pequeñuelos, y me asaltaban dudas como las siguientes: Si mi espo-
so muere por haber trabajado con exceso en la causa de la verdad
presente, ¿quién reconocerá lo que ha sufrido? ¿Quién sabrá cuánta
carga sobrellevó durante años, y los extremos cuidados que apesa-
dumbraron su ánimo, quebrantaron su salud y lo arrastraron prema-
turamente al sepulcro, dejando a su familia miserable y desvalida?
Yo solía preguntarme: ¿No cuidará Dios de estas cosas? ¿Pasarán
ellas inadvertidas? Yo me consolaba al saber que hay un Ser que
juzga rectamente, y que todo sacrificio, toda abnegación, todo llanto
[173]
de angustia sufrido por su causa, queda fielmente registrado en el
cielo y ha de obtener su recompensa. El día del Señor declarará y
esclarecerá cosas que todavía no han sido descubiertas.
Se me mostró que Dios se proponía restablecer gradualmente
a mi esposo, y que nosotros debíamos ejercer firmemente nuestra
fe, pues Satanás nos embestiría con furia con cada esfuerzo que
hiciésemos. Habíamos de prescindir de las apariencias y creer. Tres
veces por día nos postrábamos solos ante el Señor, y orábamos
fervorosamente por el restablecimiento de la salud de mi esposo. El
136