Combatiendo las enfermedades
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también viniesen para orar con él. Todos estos amigos respondie-
ron a su llamado y durante diez días estuvimos juntos celebrando
reuniones de ferviente oración. Todos los que participaron en estas
reuniones fueron grandemente bendecidos. A veces nos sentíamos
tan refrescados con las lluvias de gracia celestial que podíamos de-
cir: “Mi copa está rebosando”, y llorábamos y alabábamos a Dios
por la riqueza de su salvación.
Los que vinieron de Roosevelt tuvieron que regresar pronto a sus
hogares. El hermano Andrews y la hermana Lindsay, sin embargo,
quedaron con nosotros. Continuamos nuestras oraciones de súplica
al cielo. Todo parecía una dura lucha contra los poderes de las
tinieblas. Algunas veces la tambaleante fe de mi esposo se asía de
las promesas de Dios y entonces disfrutábamos de dulce y preciosa
victoria.
En la Nochebuena, mientras nos humillábamos delante de Dios
en ferviente oración, nos pareció ver como que la luz del cielo
brillaba sobre nosotros, y fui arrebatada en una visión de la gloria
de Dios. Me pareció como si hubiera sido trasladada rápidamente
de la tierra al cielo, donde todo era salud, belleza y gloria. Mis
oídos empezaron a oír acordes musicales, melodiosos, perfectos,
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fascinantes. Se me permitió disfrutar de esta escena por un momento,
antes de que mi atención se fijara en este oscuro mundo. Luego se
me mostraron las cosas que estaban ocurriendo sobre la tierra
Entonces tuve una visión alentadora acerca del caso de mi esposo.
Las circunstancias no se mostraban favorables para dirigirnos a
Battle Creek, pero en mi mente estaba fija la idea de que debíamos
ir.
Todo nos había ido muy bien en el viaje. Cuando el tren llegó
a Battle Creek, fuimos recibidos por un grupo de fieles hermanos,
quienes nos dieron una alegre bienvenida. Mi esposo descansó bien
durante toda la noche. Al sábado siguiente caminó hasta el lugar
donde se iban a celebrar los servicios del día y allí predicó durante
tres cuartos de hora. Por la noche asistimos al servicio de la Cena
del Señor. El Señor lo fortalecía mientras por fe se dirigía a estas
reuniones.
Una parte de las instrucciones dadas durante esta importante visión en la que se
revelaba que la Iglesia Adventista debía establecer una institución de salud, se puede
encontrar en
Testimonies for the Church 1:485-495, 553-564
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