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Capítulo 31—Los que llevan cargas
El 25 De Octubre de 1869, mientras estaba en Adams Center,
Nueva York, se me mostró que algunos ministros entre nosotros no
están dispuestos a llevar toda la responsabilidad que Dios quiere
que tengan. Esta falta arroja una carga adicional de cuidados y de
trabajo sobre los que llevan las cargas. Algunos ministros dejan de
avanzar y de aventurarse en empresas en la causa y la obra de Dios.
Hay que hacer decisiones importantes, pero siendo que el hombre
mortal no puede ver el fin desde el principio, algunos no asumen
la responsabilidad de aventurarse para progresar de acuerdo con
lo que la providencia de Dios les señala. Alguien debe avanzar;
alguien debe aventurarse en el temor de Dios, confiando en él por
los resultados. Los ministros que rehúyen esta parte del trabajo
pierden mucho. Dejan de obtener la experiencia que Dios se propuso
que tuvieran para hacerlos fuertes, hombres eficientes en los cuales
pueda confiarse en una emergencia.
Durante la aflicción de mi esposo, el Señor probó a su pueblo
para revelar lo que había en sus corazones; y al hacerlo, él les mostró
lo que no había sido descubierto en ellos y que no estaba de acuerdo
con el Espíritu de Dios. El Señor les mostró a sus hijos que la sabidu-
ría del hombre es necedad, y que a menos que ellos posean una firme
confianza de Dios y una dependencia de él, sus planes y cálculos
resultarán un fracaso. Hemos de aprender lecciones de todas las
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cosas que nos pasan. Si se cometen errores, ellos deben enseñarnos
e instruirnos, pero no inducirnos a rehuir cargas o responsabilidades.
Donde hay mucho en juego, y donde deben considerarse asuntos
de vital consecuencia, y deben definirse cuestiones importantes, los
siervos de Dios deben asumir una responsabilidad individual. No
pueden deponer la carga y sin embargo hacer la voluntad de Dios.
Algunos ministros son deficientes en las cualidades necesarias
para edificar las iglesias, y no están dispuestos a ser gastados en
la obra de Dios. Deben estar dispuestos a darse íntegramente a sí
mismos a la obra, con un interés indiviso, con un celo que no puede
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