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Notas biográficas de Elena G. de White
vida. Los Testimonios no han de empequeñecer la palabra de Dios,
sino exaltarla y conducir a las mentes a ella, para que la hermosa
sencillez de la verdad pueda impresionar a todos”.
Yo dije además: “Así como la Palabra de Dios está rodeada de
estos libros y folletos, Dios os ha circundado con reproches, consejos,
amonestaciones y palabras de ánimo. Aquí estáis clamando delante
de Dios, con vuestras almas angustiadas, por más luz. Dios me ha
autorizado a deciros que no brillará sobre vuestro camino ningún
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otro rayo de luz por medio de los Testimonios, hasta que hagáis un
uso práctico de la luz que ya tenéis. El Señor os ha circundado de
luz, pero vosotros no habéis apreciado esa luz; la habéis pisoteado.
En tanto que algunos han despreciado la luz, otros la han descuidado,
o la han seguido sólo en forma indiferente. Unos pocos han resuelto
en su corazón obedecer la luz que Dios se ha agradado en darles.
“Algunos de los que han recibido advertencias especiales por
medio de un testimonio, han olvidado después de pocas semanas
el reproche dado. Los testimonios enviados a algunos han sido
repetidos varias veces; pero ellos no han creído que eran de suficiente
importancia como para darles cuidadosa atención. Han sido para
ellos como fábulas ociosas. Si hubieran atendido a la luz dada,
habrían evitado pérdidas y pruebas que ellos consideran que son
duras y severas. Ellos deben dirigir la censura solamente a sí mismos.
Han colocado sobre sus propios cuellos un yugo que encuentran
gravoso llevar. No es el yugo que Cristo les ha impuesto. El cuidado y
el amor de Dios fueron ejercidos en su favor; pero sus almas egoístas,
malas e incrédulas no podían discernir la bondad del Señor y su
misericordia. Se apresuraron en la dirección de su propia sabiduría,
hasta que, abrumados de pruebas y confundidos con perplejidades
se hallan entrampados por Satanás. Cuando recojáis los rayos de luz
que Dios ha dado en lo pasado, entonces él dará una luz mayor”.
Les pedí que consideraran el caso del Israel de antaño. Dios
les dio su ley; pero ellos no quisieron obedecerla. Entonces les dio
ceremonias y ordenanzas, para que en la realización de estas cosas
recordaran a Dios. Estaban tan propensos a olvidar al Señor y lo que
él pedía de ellos, que fue necesario mantener sus mentes agitadas
para que se dieran cuenta de sus obligaciones de obedecer y honrar
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a su Creador. Si hubieran sido obedientes, y si hubieran amado