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Capítulo 33—Obra misioner
EL 10 de diciembre de 1871 se me mostró que Dios realizaría
una gran obra por medio de la verdad, si hombres consagrados que
se sacrificaran a sí mismos se entregaran sin reservas a la obra de
presentar el mensaje a los que están en tinieblas. Los que tienen un
conocimiento de la preciosa verdad, y están consagrados a Dios,
deben valerse de toda oportunidad dondequiera se presente una
puerta abierta para hacer avanzar la verdad. Los ángeles de Dios
están conmoviendo los corazones y las conciencias del pueblo de
otras naciones, y almas honestas se sienten angustiadas al presenciar
las señales de los tiempos en el estado incierto de las naciones. Surge
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el interrogante en sus corazones: ¿Cuál será el fin de todas estas
cosas? Mientras Dios y los ángeles están obrando para impresionar
los corazones, los siervos de Cristo parecen dormir. Pero unos pocos
trabajan en unión con los mensajeros celestiales.
Si los ministros y el pueblo despertaran lo suficiente, no descan-
sarían en esta forma tan indiferente, mientras Dios los ha honrado
haciendo de ellos los depositarios de su ley, imprimiendo esa ley
en sus mentes y escribiéndola en sus corazones. Las verdades de
Nota.—Algunas veces, durante los primeros días del mensaje, los adventistas del
séptimo día captaron vislumbres de una obra ampliada que con el tiempo abarcaría muchas
nacionalidades. Sin embargo no fue sino hasta la década del 1870 cuando los dirigentes
del movimiento adventista comenzaron a comprender que la suya era una misión para
el mundo entero. Aún en 1872, el pasaje que dice: “Y será predicado este evangelio
del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el
fin”, era considerado simplemente como una “señal prominente de los últimos días”,
que hallaría su cumplimiento en la extensión de las misiones protestantes. Su completo
cumplimiento de ninguna manera se asociaba con la divulgación del mensaje adventista
en todo el mundo. Véase
The Review and Herald, del 16 de abril y del 16 de julio de
1872
. Pero en 1873 empezó a aparecer una señalada diferencia en las declaraciones de los
dirigentes adventistas con respecto a su deber de amonestar al mundo. [Véase el editorial
de la (
The Review and Herald, del 26 de agosto de 1873
); y muchos otros artículos de
similar importancia en los Números que siguieron.] Hacia el final del año 1874, esta
transformación del pensamiento adventista parecía haber sido efectuada en forma casi
completa.
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