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Notas biográficas de Elena G. de White
hombres para este mismo propósito, para usarlos en enviar la verdad
a sus semejantes.
Ahora es el tiempo de usar los medios para Dios. Este es el
tiempo de ser ricos en buenas obras, colocando para nosotros un
buen fundamento para el tiempo venidero, de manera que podamos
echar mano de la vida eterna. Un alma salvada en el reino de Dios es
de más valor que todas las riquezas terrenales. Somos responsables
ante Dios por las almas de aquellos con quienes nos relacionamos, y
cuanto más estrechas nuestras relaciones con nuestros semejantes,
mayor es nuestra responsabilidad. Somos una gran hermandad, y el
bienestar de nuestros semejantes debe ser nuestro gran interés. No
tenemos un momento que perder. Si hemos sido descuidados en esta
materia, es harto tiempo de que ahora con todo fervor redimamos el
tiempo, no sea que la sangre de las almas se encuentre sobre nuestros
vestidos. Como hijos de Dios, ninguno de nosotros está eximido de
tomar parte en la gran obra de Cristo para la salvación de nuestros
semejantes.
Será una tarea difícil la de vencer el prejuicio y convencer a los
no creyentes de que nuestros esfuerzos por ayudarlos son desintere-
sados. Pero esto no debe impedir nuestra labor. No hay precepto en
la Palabra de Dios que nos ordene hacer bien solamente a aquellos
que aprecian nuestros esfuerzos y responden a ellos, o que nos pida
que beneficiemos solamente a los que nos agradezcan por ello. Dios
nos ha enviado a trabajar en su viña. Nuestra tarea es hacer todo lo
que podemos. “Por la mañana siembra tu semilla, y a la tarde no
dejes reposar tu mano; porque no sabes cuál es lo mejor, si esto o
aquello, o si lo uno y lo otro es igualmente bueno”.
Eclesiastés 11:6
.
Tenemos demasiado poca fe. Limitamos al Santo de Israel. De-
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bemos estar agradecidos de que Dios condescienda en usar a algunos
de nosotros como sus instrumentos. Cada oración ferviente elevada
con fe por algo recibirá respuesta. Ella puede no llegar como lo
habíamos esperado; pero vendrá, tal vez no como lo habíamos pla-
neado, pero al tiempo preciso cuando más la necesitemos. Pero ¡oh,
cuán pecaminosa es nuestra incredulidad! “Si permanecéis en mí, y
mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y
os será hecho”.
Juan 15:7
.
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