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Notas biográficas de Elena G. de White
miento de la verdad. Folletos, periódicos y libros, según la ocasión
lo requiera, deben distribuirse por todas las ciudades y aldeas de la
tierra. Aquí hay obra misionera para todos.
“Debe adiestrarse hombres en esta rama de la obra, que sean
misioneros y distribuyan publicaciones. Han de ser hombres de
aspecto simpático y trato afable, que no inspiren repugnancia ni den
motivo para que los rechacen. Es una obra que, cuando es necesario,
exige todo el tiempo y las energías de quienes se dediquen a ella.
Dios ha confiado gran luz a sus hijos, no para ellos solos, sino para
que sus rayos iluminen a los que están sumidos en las tinieblas del
error.
“Como pueblo no estáis haciendo ni la vigésima parte de lo que
se podría hacer en la propagación del conocimiento de la verdad.
Se puede lograr muchísimo más por medio del predicador vivo
acompañado de periódicos y folletos, que por la predicación de la
sola palabra sin publicaciones impresas. La prensa es un eficacísimo
instrumento que Dios ha provisto para que se lo combine con las
energías de la palabra viva, a fin de predicar la verdad a toda nación,
tribu, lengua y pueblo. Hay muchos con quienes sólo es posible
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ponerse en comunicación por medio de la prensa.
“Aquí tenemos verdadera obra misionera en qué invertir trabajo
y recursos con los mejores resultados. Ha habido demasiado temor
de correr riesgo, de moverse sólo por fe y de sembrar junto a todas
las aguas. Se han presentado ocasiones que no se han aprovechado
para obtener los máximos resultados. Los hermanos han tenido
demasiado temor de aventurarse. La verdadera fe no es presunción,
pero se arriesga a mucho. Es preciso que en las publicaciones se
exponga sin tardanza la preciosa luz y la potente verdad”.
Después añadió: “Tu esposo no ha de cejar en sus esfuerzos
por estimular a ciertos hombres para que lleguen a ser obreros res-
ponsables de una obra importante. Satanás atacará a todo aquel a
quien Dios acepte. Si ellos se apartan del cielo y ponen la causa en
peligro, sus fracasos no se anotarán en la cuenta de tu esposo ni en
la tuya, sino que se achacarán a la perversidad de la naturaleza de
los murmuradores, la cual ellos no supieron comprender ni vencer.
Estos hombres a quienes Dios trató de emplear en su obra, y han
fracasado e impuesto grandes cargas a los sinceros y desinteresados,
han entorpecido y desanimado más que todo el bien que hicieron.