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Actividades públicas en 1877
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y la garganta. Sin embargo yo creía que Dios me ayudaría en esta
importante ocasión. El Señor me dio gran soltura al dirigirme a esa
inmensa multitud sobre el tema de la temperancia cristiana. Mientras
hablaba, me olvidé de mi fatiga y mi dolor, al darme cuenta de que
estaba hablando a gente que no consideraba mis palabras como
fábulas ociosas. El discurso se extendió por más de una hora, y a
través de todo este tiempo el público escuchó con gran atención.
El lunes por la mañana tuvimos una sesión de oración en nuestra
tienda en favor de mi esposo. Presentamos su caso al gran Médico.
Era una oportunidad preciosa; la paz del cielo descansaba sobre
nosotros. Estas palabras acudieron con fuerza a mi mente: “Esta
es la victoria que vence al mundo, nuestra fe”.
1 Juan 5:4
. Todos
sentimos la bendición de Dios que descansaba sobre nosotros.
Entonces nos reunimos en la gran carpa, mi esposo se reunió
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con nosotros, y habló por un corto tiempo, pronunciando palabras
preciosas que procedían de un corazón suavizado y encendido con
un profundo sentido de la misericordia y la bondad de Dios.
Reanudamos, a continuación, la obra que habíamos dejado el
sábado, y la mañana fue empleada en trabajar especialmente por
los pecadores y los apóstatas, de los cuales doscientos pasaron al
frente pidiendo oraciones. Sus edades variaban: desde el niño de
diez años hasta hombres y mujeres de cabello cano. Más de una
veintena de éstos eran personas que ponían sus pies por primera vez
en el camino de la vida. Por la tarde fueron bautizadas treinta y ocho
personas; y un buen número demoró su bautismo hasta su regreso a
sus casas.
El lunes de noche ocupé el púlpito en una reunión de carpa que
estaba realizándose en Danvers, Massachusetts. Tenía frente a mí
una gran congregación. Yo estaba muy cansada para ordenar mis
pensamientos en palabras bien hiladas; sentí que debía tener ayuda,
y la pedí con todo mi corazón. Sabía que si había de tener algún
grado de éxito en mi trabajo, habría de ser por medio de la fuerza
del poderoso Dios.
El Espíritu del Señor descansó sobre mí al intentar hablar. Sentí
como un choque eléctrico en mi corazón, y todo dolor fue instantá-
neamente quitado. Había sentido mucho dolor en los nervios de la
cabeza; esto también fue totalmente quitado. Mi garganta irritada
y mis pulmones inflamados fueron aliviados. Mi brazo y mi mano