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Una visión del juicio
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mejor amigo. Había tenido un temperamento ardiente, había sido
valiente y atrevido para hablar. Esto a menudo lo había puesto en di-
ficultades que frecuentemente podría haber evitado. El se había visto
obligado a demostrar mayor firmeza, a ser más decidido, a hablar
más fervientemente y con mayor valor, debido a los temperamentos
tan diferentes de los hombres relacionados con él en su trabajo.
Dios le ha dado el poder de idear y ejecutar planes con la necesa-
ria firmeza, porque él no rehusaba ejercer estas facultades mentales y
aventurarse a fin de hacer progresar la obra de Dios. El yo a veces se
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había mezclado con la obra; pero cuando el Espíritu Santo dominó
su mente, él fue un instrumento del mayor éxito en las manos de
Dios, para la edificación de su obra. El ha tenido un elevado concep-
to de lo que el Señor espera de todos los que profesan su nombre:
de su deber de defender a la viuda y al huérfano, de ser bondadoso
con el pobre, y de ayudar al necesitado. El cuidaba celosamente los
intereses de los hermanos, a fin de que no se tomara injusta ventaja
en contra de ellos.
También vi registrados en el Libro mayor del cielo los esfuerzos
fervientes de mi esposo para edificar las instituciones que hay en
nuestro medio. La verdad difundida por la prensa era como rayos de
luz que emanaban del sol en todas direcciones. Esta obra se comenzó
y se desarrolló con gran sacrificio de fuerzas y de medios.
Tiempos de prueba
Cuando llegó la aflicción en la vida de mi esposo, otros hombres
fueron elegidos para ocupar su lugar. Ellos comenzaron con un buen
propósito, pero nunca habían aprendido la lección de la abnegación.
Si hubieran sentido la necesidad de agonizar con fervor delante de
Dios diariamente, y de arrojar sus almas en la obra con abnega-
ción no dependiendo del yo sino de la sabiduría de Dios, habrían
mostrado que sus obras eran realizadas en Dios. Si cuando ellos no
satisficieron la mente del Espíritu de Dios, hubieran escuchado los
reproches y consejos dados, habrían sido salvados del pecado.
Un hombre que es honesto delante de Dios tratará con justicia
a sus semejantes, ora sea que esto favorezca sus propios intereses
personales o no. Los actos exteriores son un reflejo claro de los
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principios interiores. Muchos a quienes Dios llamó a su obra han