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La muerte del pastor Jaime White
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de varios asuntos que requerían nuestra atención antes de poder
partir: deberes que nos correspondían. Entonces, con un profundo
sentimiento preguntó: “¿Dónde están los hombres para hacer esta
obra? ¿Dónde están aquellos que tengan un interés abnegado en
nuestras instituciones, y que se mantengan de parte de lo recto, sin
dejarse afectar por ninguna influencia que puedan sentir?”
Con lágrimas expresó su ansiedad por nuestras instituciones de
Battle Creek. Dijo él: “Mi vida la he dado para la edificación de
estas instituciones. El dejarlas ahora es como la muerte. Ellas son
mis hijos, y no puedo separar mis intereses de ellas. Estas institucio-
nes son los instrumentos del Señor para hacer una obra específica.
Satanás trata de estorbar y anular todos los medios por los cuales
el Señor está trabajando por la salvación de los hombres. Si el gran
adversario pudiera dar a estas instituciones un molde de acuerdo
con las normas del mundo, lograría su objeto. Mi mayor ansiedad
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consiste en encontrar al mejor hombre para desempeñar cada tarea.
Si en puestos de responsabilidad hay personas moralmente débiles,
vacilantes en sus principios, e inclinadas a desviarse hacia el mundo,
siempre habrá quienes se dejarán descarriar. No deben prevalecer
las influencias perversas. Antes preferiría morir que vivir para ver
a estas instituciones mal dirigidas, o desviadas del propósito por el
cual fueron traídas a la existencia.
“En mis relaciones con la causa he estado por largo tiempo
conectado muy estrechamente con la obra de publicaciones. Tres
veces he caído, herido por la parálisis, debido a mi devoción a esta
rama de la causa. Ahora que Dios me ha renovado fuerza física
y mental, siento que puedo servir a su causa como nunca antes.
Debo ver prosperar la obra de publicaciones. Está entretejida en mi
propia existencia. Si olvido los intereses de esta obra, pierdo toda
mi capacidad”.
Teníamos un compromiso para asistir a un congreso campestre
en Charlotte, el sábado y el domingo 23 y 24 de julio. Decidimos
viajar en carruaje privado. En el camino, mi esposo parecía alegre,
y sin embargo un sentimiento de solemnidad descansaba sobre él.
Repetidamente alababa a Dios por su misericordia y por las bendi-
ciones recibidas, y expresaba libremente sus propios sentimientos
concernientes al pasado y al futuro: “El Señor es bueno, digno de
ser alabado. El es una ayuda presente en tiempo de necesidad. El