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Notas biográficas de Elena G. de White
que alabáramos al Señor por tantas bendiciones que nos ha dado—
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alabando a Aquel que es capaz de ayudarnos—, nuestra conducta
sería más agradable a sus ojos, y veríamos más su salvación”
Encontrando alivio en el trabajo por las almas
Apenas había pasado una semana desde su llegada al hogar de
su hijo, el pastor W. C. White, en Oakland, California, cuando la
Sra. White asistió a un congreso que se realizó en Sacramento, del
13 al 25 de octubre. Casi cada día ella habló al pueblo, y durante el
último sábado de tarde dio una conferencia sobre temperancia a un
auditorio de unas cinco mil personas.
A menudo, durante los meses del invierno de 1881-82, la Sra.
White se reunía con iglesias locales y pequeños grupos de creyentes
en los valles de Sonoma, Napa, y en su vecindario. “Estaba débil de
salud—escribió en su primer informe de aquellos trabajos entre las
iglesias—; pero la evidencia preciosa del favor de Dios pagó con
creces el esfuerzo realizado.
“Ojalá que nuestras iglesias más pequeñas pudieran ser visitadas
más a menudo. Los fieles, que se mantienen firmemente en defensa
de la verdad, serían alegrados y fortalecidos por el testimonio de sus
hermanos.
“Quiero animar a los que se reúnen en pequeños grupos a adorar
a Dios. Hermanos y hermanas, no os sintáis desanimados porque
sois pocos en número. El árbol, que se sostiene solo en la llanura,
esparce sus raíces más profundamente en la tierra, envía sus ramas
con más amplitud en todas direcciones, y se desarrolla más fuerte
y más simétrico mientras él solo combate contra la tempestad y se
regocija con la luz del sol. Así el cristiano, cuando no tiene el apoyo
de la dependencia terrenal, puede aprender a confiar en Dios y puede
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ganar fuerza y valor con todo conflicto.
“Quiera el Señor bendecir a los hermanos esparcidos y solitarios,
y hacerlos eficientes obreros para él... Hermanos, no olvidéis las
necesidades de estas compañías pequeñas y aisladas. Se hallará que
Cristo es un huésped en sus pequeñas reuniones”
The Review and Herald, 1 de noviembre de 1881
.
The Signs of the Times, 12 de enero de 1882
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