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Notas biográficas de Elena G. de White
estricta fidelidad realizara su tarea como un siervo de Cristo, sería
un poder en el mundo.
“No son solamente los que trabajan por medio de la palabra y
la doctrina los responsables por las almas. Todo hombre y mujer
que tiene un conocimiento de la verdad debe ser un colaborador con
Cristo... El pide que los miembros laicos trabajen como misioneros.
Hermanos, salid con vuestras Biblias, visitad a la gente en sus hoga-
res, leed la Palabra de Dios a la familia y a todas las personas que
vengan. Id con un corazón contrito y una confianza permanente en
la gracia y la misericordia de Dios, y haced lo que podáis...
“Hay hombres que nunca han dado un discurso en su vida, y
que sin embargo, deberían estar trabajando para salvar almas. No se
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requiere ni grandes talentos ni una elevada posición. Pero existe una
urgente necesidad de hombres y mujeres que conozcan a Jesús, y
que estén familiarizados con la historia de su vida y de su muerte...
“No necesitamos tanto hombres eminentes sino buenos, veraces
y humildes. Dios pide que trabajen en su causa personas de todas
clases y de todos los oficios. Se necesitan hombres que empiecen
en los peldaños más bajos de la escalera; hombres que, si fuera
necesario, coman su propio pan y realicen silenciosamente su deber;
hombres que no le teman al trabajo diligente para adquirir los medios
y que practiquen una rígida economía en sus gastos, dedicando
tiempo y recursos a la obra en favor del Maestro en el seno de
sus familias y de sus propios vecindarios. Si la obra de reforma
comenzara y progresara en cada familia, habría una iglesia viva
y próspera. Las cosas deben ponerse en orden primeramente en
el hogar. La causa necesita personas que puedan trabajar en sus
propios hogares, que estudien la Biblia y practiquen sus enseñanzas,
y que eduquen a sus hijos en el temor de Dios. Entonces podrán
realizarse diligentes esfuerzos perseverantes en favor de otros, con
oraciones fervientes en procura de la gracia y el poder divinos, y así
se obtendrían grandes resultados de la labor misionera.
“No importa de quién se trate, es la mente, el corazón, el sincero
propósito y la vida diaria lo que determina el valor del hombre. Los
hombres inquietos, que hablan mucho, dictatoriales, no se necesitan
en la obra. Hay muchos de esta clase que surgen por doquiera.
Muchos jóvenes que tienen sólo poca experiencia, se colocan a sí
mismos en las primeras filas, no manifiestan ninguna reverencia