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El colegio de Avondale
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tiempo se unió de todo corazón en la búsqueda de un lugar adecuado
para la escuela. Los administradores de la asociación y la comisión
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de locación esperaban que se encontrara alguna buena propiedad
antes de su regreso a los Estados Unidos, pero en este respecto resul-
taron chasqueados. La Sra. White visitó muchos de los lugares que
estaban bajo consideración. Mientras la búsqueda continuaba, llegó
a ser evidente que se experimentaría gran dificultad en obtener, a un
precio moderado, una propiedad adecuada para los amplios ramos
de trabajo que se creía debían realizarse en el colegio.
En mayo, cinco miembros de la comisión visitaron Dora Creek
y Cooranbong, y examinaron el terreno que fue más tarde comprado
por $4.500 dólares. Esta parcela de tierra comprendía cerca de 600
hectáreas de tierra virgen, la tercera parte de las cuales se creía apta
para el cultivo de granos, frutas y hortalizas, y para pasto. Después
de comprar el terreno, la propiedad se designó con el nombre de
“Avondale”, debido a los numerosos arroyos y la abundancia de
agua corriente. El lugar elegido para la edificación de la escuela está
solamente a cinco kilómetros de la estación de Ferrocarril de Dora
Creek, y a unos dos kilómetros al sudeste de la oficina de correos de
Cooranbong.
En enero y febrero de 1895, los amigos de la escuela se vieron
favorecidos con la visita de la Sra. A. E. Wessels, de la ciudad de
El Cabo, Sudáfrica, acompañada de tres de sus hijos. Ellos estaban
muy contentos con muchas de las características de la propiedad
de Avondale, y manifestaban profunda simpatía con los objetivos y
blancos de la obra. Su hija Ana donó $5.000 dólares a fin de ayudar
en los comienzos de la empresa.
Un experimento industrial
Desde el tiempo en que la propiedad llegó a estar en plena po-
sesión de la Unión Australasiana, hasta el tiempo de la apertura de
las clases, había mucho para hacer. Había que limpiar el terreno,
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secar por drenaje un lodazal, plantar una huerta, y además había
que erigir los edificios. Con ese propósito se reunió a un número de
alumnos—jóvenes robustos que estaban contentos de trabajar seis
horas por día, y recibir a cambio su alojamiento e instrucción en