El colegio de Avondale
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El entusiasmo ilimitado de la Sra. White con respecto a las
mejoras de la propiedad de Avondale hizo mucho para alegrar y
animar a otros. Ella insistió particularmente en que los hombres
de la escuela no perdieran tiempo en empezar la preparación de la
huerta; y se regocijó grandemente cuando en octubre se plantó un
centenar de árboles frutales escogidos en un trozo de tierra favorable,
ocupado un año antes por una espesa selva de eucaliptos.
Cuando se cerró la escuela industrial en noviembre, pasaron
varios meses sin que se hiciera ningún progreso material. La gente
sentía en forma muy aguda la depresión financiera con la cual lucha-
ban las colonias. Las críticas con respecto al esfuerzo de edificar un
colegio en un lugar tan agreste y tan apartado, aumentaron cada vez
más. Entonces vino la terminación desfavorable de un pleito al cual
la escuela había sido arrastrada por la acción precipitada del hombre
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que solicitaba los fondos, el cual costó $2.000 dólares además de
causar una seria demora en la obra.
¿Qué podría hacerse? La obra parecía estar estancada, y con
pocas perspectivas de tener condiciones más favorables. La pérdida
de 2.000 dólares habría sido muy desanimadora en cualquier tiempo,
pero en una ocasión como esta era desconsoladora.
Un hermoso sueño
En esta crisis, cuando la fe de muchos era severamente probada,
la Sra. White tuvo un sueño que les trajo a ella y a otros la dulce
seguridad de que Dios no los había abandonado. Al relatar esta
experiencia, ella escribió:
“La noche del 9 de julio de 1896 tuve un sueño hermoso. Mi
esposo, Jaime White, estaba a mi lado. Nos hallábamos en nuestra
pequeña granja en los bosques de Cooranbong, consultando con
respecto a la perspectiva de futuros beneficios por la labor realizada.
“Mi esposo me dijo: ‘¿Qué estás haciendo tú con respecto al
edificio escolar?’
“‘No podemos hacer nada—le dije—, a menos que tengamos
medios, y sepamos de dónde vienen los medios. No tenemos un
edificio para la escuela. Todo parece estar estancado. Pero no voy
a estimular la incredulidad. Trabajaré con fe. He estado tentada a
contarte de un capítulo desanimador de nuestra experiencia; pero