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Comienzo de mis actividades públicas
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Dios para con sus hijos extraviados, y me explicó que él, en vez de
complacerse en la ruina de ellos, anhelaba atraerlos a sí con una fe
y una confianza sencillas. Insistió en el gran amor de Cristo y en el
plan de la redención.
El pastor Stockman habló del infortunio de mi niñez, y dijo
que era de veras una grave aflicción, pero me invitó a creer que la
mano de nuestro amante Padre no me había desamparado; que en lo
futuro, una vez desvanecidas las neblinas que oscurecían mi ánimo,
discerniría yo la sabiduría de la providencia que me parecía tan cruel
y misteriosa. Jesús dijo a sus discípulos: “Lo que yo hago, tú no lo
comprendes ahora; mas lo entenderás después”.
Juan 13:7
. Porque
en la incomparable vida venidera ya no veremos oscuramente como
en un espejo, sino que contemplaremos cara a cara los misterios del
amor divino.
“Ve en paz, Elena—me dijo—; vuelve a casa confiada en Jesús,
pues él no privará de su amor a nadie que lo busque verdaderamente”.
Después oró fervientemente por mí, y me pareció que Dios segu-
ramente escucharía las oraciones de su santo varón, aunque desoyera
mis humildes peticiones. Yo quedé mucho más consolada, y se
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desvaneció la maligna esclavitud del temor y de la duda al oír los
prudentes y cariñosos consejos de aquel maestro de Israel. Salí de la
entrevista con él animada y fortalecida.
Durante los pocos minutos en que recibí instrucciones del pastor
Stockman aprendí más del amor y la compasiva ternura de Dios que
en todos los sermones y exhortaciones que había oído antes.
Mi primera oración en público
Volví a casa y nuevamente me postré ante el Señor, prometiéndo-
le hacer y sufrir todo cuanto de mí exigiera, con tal que la sonrisa de
Jesús alegrara mi corazón. Entonces se me presentó el mismo deber
que tanto me perturbó anteriormente: tomar mi cruz entre el pueblo
congregado de Dios. No tardó en presentarse una oportunidad para
ello, pues aquella misma tarde se celebró en casa de mi tío una
reunión de oración, a la que asistí.
Cuando los demás se arrodillaron para orar, yo también me
arrodillé toda temblorosa, y luego de haber orado unos cuantos
fieles, se elevó mi voz en oración antes que yo me diera cuenta de