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En el sur de California
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tuve la visión de un sanatorio en medio de campos hermosos, en
alguna parte del sur de California, y ninguna de las propiedades que
yo había visitado respondía a la presentación dada en esa visión.
En ese tiempo, escribí acerca de la visión a nuestros hermanos y
hermanas reunidos en el congreso campestre de Los Angeles, en la
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primera parte de septiembre de 1903.
“Mientras asistía al congreso de la Asociación General de 1905,
en Washington, D. C., recibí una carta del pastor J. A. Burden, en la
cual él describía una propiedad que había encontrado a unos siete
kilómetros al oeste de Redlands, nueve kilómetros al oeste de San
Bernardino, y a unos quince kilómetros al noroeste de Riverside. Al
leer la carta, tuve la impresión de que éste era uno de los lugares que
había visto en visión...
“Más tarde, cuando visité esta propiedad, la reconocí como uno
de los lugares que, hacía dos años, había visto en visión. ¡Cuán
agradecida estoy al Señor nuestro Dios por este lugar completamente
preparado para que nosotros lo usemos para el honor y la gloria de
su nombre!
Ante los delegados reunidos en el congreso general de 1909, la
Sra. White describió algunas de las experiencias relacionadas con el
establecimiento de la obra médico-misionera, sobre una base sólida,
en el sur de California, y se refirió particularmente a la mano pros-
peradora de Dios al proveernos facilidades para la preparación de
muchos médicos misioneros evangelistas para un servicio mundial.
En este sentido ella dijo:
“Una de las principales ventajas de Loma Linda es la agradable
variedad de las escenas encantadoras que hay por todas partes. La
extensa vista del valle y de la montaña es magnífica. Pero más
importante que la magnificencia de la escena y la belleza de los
edificios y terrenos espaciosos, es la estrecha proximidad de esta
institución a un distrito densamente poblado, y la oportunidad que
así se ofrece de comunicar a muchísima gente un conocimiento
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del mensaje del tercer ángel. Debemos tener claro discernimiento
espiritual, o de otra manera dejaremos de discernir las providencias
de Dios que abren puertas y que están preparando el camino para
nosotros a fin de que iluminemos al mundo.
The Review and Herald, 21 de junio de 1906
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