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Notas biográficas de Elena G. de White
ser por las lágrimas de gratitud que entrecortaban mis palabras, no
encontré dificultad alguna en expresar mis sentimientos de paz y
felicidad.
El pastor Stockman estaba presente. Me había visto poco antes en
profunda desesperación, y al ver ahora transformada mi cautividad,
lloraba de alegría conmigo y alababa a Dios por esta muestra de su
misericordiosa ternura y amor cariñoso.
No mucho después de recibir tan señalada bendición asistí a
una reunión en la iglesia de la cual era ministro el pastor Brown.
Se me invitó a referir mi experiencia, y no sólo tuve gran facilidad
de expresión, sino que también me sentí feliz de relatar mi sencilla
historia del amor de Jesús y el gozo de verme aceptada por Dios.
A medida que iba hablando con el corazón subyugado y los ojos
arrasados en lágrimas, mi alma parecía impelida hacia el cielo en
acción de gracias. El poder enternecedor de Dios descendió sobre
los circunstantes. Muchos lloraban y otros alababan a Dios.
Se invitó a los pecadores a que se levantaran a orar, y no pocos
respondieron al llamamiento. Mi corazón estaba tan agradecido a
Dios por la bendición que me había otorgado, que deseaba que otros
compartieran este sagrado gozo. Mi ánimo se interesaba profunda-
mente por quienes pudiesen creerse en desgracia del Señor y bajo la
pesadumbre del pecado. Mientras refería mi experiencia, me parecía
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que nadie podría negar la prueba evidente del poder misericordio-
so de Dios, que tan maravillosa mudanza había efectuado en mí.
La realidad de la verdadera conversión me parecía tan notoria, que
procuré aprovechar toda oportunidad de ejercer influencia en mis
amigas para guiarlas hacia la luz.
Trabajo en favor de mis jóvenes amigas
Programé algunas reuniones con esas amigas mías. Algunas te-
nían bastante más edad que yo, y unas cuantas estaban ya casadas. A
muchas de ellas, que eran vanidosas e irreflexivas, mis experiencias
les parecían cuentos y no escuchaban mis exhortaciones. Pero resol-
ví perseverar en el esfuerzo hasta que esas queridas almas, por las
que tenía vivo interés, se entregasen a Dios. Pasé noches enteras en
fervorosa oración por las amigas a quienes había buscado y reunido
con el objeto de trabajar y orar con ellas.