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Notas biográficas de Elena G. de White
“Parece casi imposible, hermanos y amigos, que alguien piense
predicar un sermón, un sermón conmemorativo de alguien cuya
vida y cuyas labores han sido un constante sermón viviente durante
prácticamente ochenta años. Este verano va a hacer 78 años que la
Hna. White entregó su corazón al Señor; y durante todos estos años,
raramente se ha producido un cese o una interrupción en el más
ardiente y fervoroso laborar en pro del Maestro, y su vida y lo que
ella representa en sus publicaciones es el mayor elogio que pueda
pronunciarse en esta ocasión fúnebre.
“Me he preguntado lo que la Hna. White misma diría si ella
estuviera aquí viva, y uno de nosotros estuviera en su lugar. Estoy
seguro de algunas cosas que ella diría. Yo creo que ella leería el
siguiente pasaje, para beneficio de sus amigos, parientes, vecinos y
otros que están congregados aquí:
“‘Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a
todos los hombres’—y me aventuro a decir que ninguna persona
que viva en esta generación ha proclamado más insistentemente la
gracia de Dios para la salvación de los hombres de lo que ella lo ha
hecho—, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y los deseos
mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente’.
“Ella hablaría a sus vecinos y amigos acerca de ese pensamiento,
pero no se detendría allí. Esta tarde ella añadiría: ‘Aguardando la es-
peranza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran
Dios y Salvador Jesucristo’. Ella impresionaría este pensamiento en
nuestras mentes. No solamente lo presentaría de una forma general,
sino que destacaría el hecho, la gran verdad, de que esa bendita espe-
ranza pronto ha de ser consumada. Ella elevaría nuestros corazones
y nuestras mentes para impresionarnos con esta hermosa esperanza
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que fue su esperanza, su gozo y su inspiración. Quiero ser esta tarde
el eco de esa voz, hermanos, amigos y vecinos. Yo estoy seguro de
que éste sería el mensaje que ella daría. Pero ella está descansando.
“De alguna manera me impresiona el pensamiento de que se
cumple ahora el pasaje del capítulo 15 de 1 Corintios, que dice: ‘El
aguijón de la muerte es el pecado’. Permitidme leéroslo. Helo aquí:
‘Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; y si
Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados.
Entonces también los que durmieron en Cristo perecieron’. Y ella
leería aún más: ‘Entonces se cumplirá la palabra que está escrita: