Página 403 - Notas biogr

Basic HTML Version

Los servicios fúnebres de Battle Creek
399
al tomar a un pobre y débil ser humano, y hacer de él un instrumento
para la edificación de tu causa.
“Ven cerca de nuestros corazones doloridos esta mañana. Vuelca
sobre ellos el bálsamo de tu Espíritu, de tu sanadora bondad. Llena
todos los vacíos producidos por la muerte, con tu propia preciosa
presencia. Ayuda a los que lloran a extender la mirada más allá, a la
gloriosa mañana ya cercana, cuando el Señor Jesucristo sanará toda
herida que el pecado haya hecho, consolará todo corazón que confíe
en él y hará todas las cosas eternamente nuevas.
“Te rogamos que nos ayudes a aprender la lección de la brevedad
de la vida humana; de la necesidad de consagrarnos a ti; del gran
ánimo que tú nos das en esta vida que acaba de terminar, y que es
un reflejo de lo que harás por los que se entregan en tus manos para
tu servicio.
“Sabemos que nuestra hermana está segura. Podemos dejarla
contigo. De aquí a poco tú hablarás, y los muertos resurgirán in-
mortales. Pero oramos por los que viven. Oramos por aquellos que
quedan atrás para hacer frente a las luchas y las pruebas y los conflic-
tos de estos últimos días. ¡Cuán débiles somos, cuán completamente
incapaces de hacer frente a ninguna de estas cosas! En esta hora,
nuestra esperanza está en ti. Y pedimos que el gran Dios que nos
ha llamado nos capacite para su servicio; nos dé energía para un
esfuerzo mayor; nos conceda una fe más firme, mayor diligencia
y más gracia para encarar las pruebas y los conflictos. Rogamos
que él nos salve de todos los engaños, los hechizos y las trampas
del enemigo; que él nos dé una visión más clara para ver lo que
Dios quiere que cada uno sea y haga, y que, finalmente, también nos
[513]
conceda un triunfo rápido a la venida de nuestro Señor.
“Y así, Padre, en este día triste, dejamos estas cosas en tus ma-
nos, y rogamos que el gran Dios que ha guiado, que ha estado con
nosotros, continúe guiándonos a cada paso del camino, dándonos la
salida de todos los desiertos de duda y de prueba; conduciéndonos
a la tierra del día perfecto, donde no habrá más pecado, ni dolor, y
donde nos regocijaremos en las sonrisas de nuestro bendito Reden-
tor, que ha vencido el pecado y por lo tanto fue victorioso sobre la
muerte. Concédenos, oh nuestro Padre, que en aquel gran día, los
que estamos aquí reunidos nos hallemos en el número de los que
vivirán para siempre junto con los buenos que se han ido y aquellos