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Notas biográficas de Elena G. de White
daba el mensaje de amonestación. Aquellos momentos nos parecían
muy solemnes. Sentíamos que no teníamos tiempo que perder.
“Por el fruto se conoce el árbol—observó Roberto—. ¿Qué ha
hecho por nosotros esta creencia? Nos ha convencido de que no
estábamos preparados para la venida del Señor; que debíamos puri-
ficar nuestro corazón so pena de no poder ir en paz al encuentro de
nuestro Salvador. Nos ha movido a buscar nueva fuerza y una gracia
renovada en Dios.
“¿Qué ha hecho por ti esta creencia, Elena? ¿Serías lo que eres
si no hubieses oído la doctrina del pronto advenimiento de Cristo?
¡Qué esperanza ha infundido en tu corazón! ¡Cuánta paz, gozo y
amor te ha dado! Y por mí lo ha hecho todo. Yo amo a Jesús y a
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todos los hermanos. Me complazco en la reunión de oración. Me
gozo en orar y en leer la Biblia”.
Ambos nos sentimos fortalecidos por esta conversación, y resol-
vimos que no debíamos desviarnos de nuestras sinceras convicciones
de la verdad y de la bienaventurada esperanza de que pronto vendría
Cristo en las nubes de los cielos. En nuestro corazón sentimos agra-
decimiento porque podíamos discernir la preciosa luz y regocijarnos
en esperar el advenimiento del Señor.
Último testimonio en reunión de clase
No mucho después de esto volvimos a concurrir a la reunión de
clase. Queríamos tener ocasión de hablar del amor precioso de Dios
que animaba nuestras almas. Yo, en particular, deseaba referir la
bondad y misericordia del Señor para conmigo. Tan profundo cambio
había yo experimentado, que me parecía un deber aprovechar toda
ocasión de testificar del amor de mi Salvador.
Cuando me llegó el turno de hablar, expuse las pruebas que tenía
del amor de Jesús, y declaré que aguardaba con gozosa expectación
el pronto encuentro con mi Redentor. La creencia de que estaba
cerca la venida de Cristo había movido mi alma a buscar con gran
vehemencia la santificación, que es obra del Espíritu de Dios. Al
llegar a este punto el director de la clase me interrumpió diciendo:
“Hermana, Ud. recibió la santificación por medio del
metodismo,
y
no por medio de una teoría errónea”.