Página 94 - Notas biogr

Basic HTML Version

90
Notas biográficas de Elena G. de White
haber cedido al desaliento. Nosotros deseamos seguir e imitar a
Cristo, pero a veces desfallecemos bajo el peso de las pruebas y nos
distanciamos de él. Los sufrimientos y las pruebas nos acercan a
Jesús. El crisol consume las escorias y abrillanta el oro.
Entonces se me mostró que el Señor nos había estado probando
para nuestro bien, a fin de prepararnos para trabajar en favor del
prójimo; que él había perturbado nuestra tranquilidad para que no
nos arrellanáramos cómodamente en nuestro hogar. Nuestra labor
había de emplearse en bien de las almas, y si hubiésemos prosperado,
nos hubiera parecido tan agradable el hogar que no hubiéramos
querido abandonarlo. Dios permitió las pruebas a fin de prepararnos
para conflictos todavía más graves con que íbamos a tropezar en
nuestros viajes. Pronto recibimos cartas de hermanos que vivían en
diferentes Estados y nos invitaban a visitarlos. Pero no teníamos
recursos para salir del Estado en que nos hallábamos. Contestamos
que el camino no estaba abierto delante de nosotros. Me pareció
[116]
imposible viajar con mi hijito, y además no queríamos depender
de nadie, y cuidábamos de vivir según nuestros medios, resueltos a
sufrir antes que contraer deudas.
Antes de mucho, nuestro pequeño Enrique cayó enfermo y em-
peoró tan rápidamente que nos alarmamos mucho. Yacía sin cono-
cimiento; su respiración era agitada y penosa. Le dimos remedios,
pero sin éxito. Llamamos entonces a una persona de experiencia
en cuanto a enfermedades, y nos dijo que era dudoso que se resta-
bleciera. Habíamos orado por él, pero no había cambio. Habíamos
hecho del niño una excusa para no viajar ni trabajar por el bien de
otros, y temíamos que el Señor nos lo fuera a quitar. Una vez más
acudimos al Señor para suplicarle que se compadeciese de nosotros
y le perdonara la vida al niño, comprometiéndonos solemnemente a
salir confiados en Dios, para ir dondequiera que nos enviase.
Nuestras peticiones fueron hechas con fervor y en agonía mental.
Por la fe nos acogimos a las promesas de Dios, y creímos que él
oía nuestros clamores. La luz del cielo atravesó las nubes y resplan-
deció sobre nosotros. Nuestras oraciones recibieron misericordiosa
respuesta. Desde aquella hora, el niño empezó a restablecerse.