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Actividades en el oeste de Nueva York en 1848
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hermano se levantó y declaró que él no creía en lo que estábamos
por hacer; que la Cena del Señor era una continuación de la Pascua,
y que debía celebrarse sólo una vez al año.
Esta extraña diferencia de opinión me causó mucha pesadumbre,
pues vi que se presentaban como verdades muchos errores. Me
pareció que con ello Dios quedaba deshonrado. Mi ánimo se apenó
grandemente y me desmayé bajo el pesar. Algunos me creyeron
moribunda. Los Hnos. Bates, Chamberlain, Gurney, Edson y mi
esposo oraron por mí. El Señor escuchó las oraciones de sus siervos
y reviví.
Entonces me iluminó la luz del cielo y pronto perdí de vista
las cosas de la tierra. Mi ángel guiador me hizo ver algunos de
los errores profesados por los concurrentes a la reunión, y también
me presentó la verdad en contraste con sus errores. Los criterios
discordes, que a ellos les parecían conformes con las Escrituras, eran
tan sólo su opinión personal acerca de las enseñanzas bíblicas, y se
me ordenó decirles que debían abandonar sus errores y unirse en
torno a las verdades del mensaje del tercer ángel.
Nuestra reunión terminó victoriosamente. Triunfó la verdad.
Nuestros hermanos renunciaron a sus errores y se unieron en el
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mensaje del tercer ángel; y Dios los bendijo abundantemente y
añadió muchos otros a su número.
Visita al Hno. Snow, en Hannibal
De Volney pasamos a Port Gibson, a unos cien kilómetros de
distancia, para estar allí, según compromiso anteriormente contraído,
los días 27 y 28 de agosto. “En nuestro viaje—escribió mi esposo
en una carta fechada el 26 de agosto y dirigida al Hno. Hastings—,
nos detuvimos en casa del Hno. Snow, en Hannibal. Hay allí ocho
o diez preciosas almas. Los Hnos. Bates, Simmons y Edson con su
esposa se quedaron toda la noche con ellas. Por la mañana Elena fue
arrebatada en visión, y mientras estaba en visión entraron todos los
hermanos. Uno de ellos no estaba de acuerdo con nosotros acerca de
la verdad del sábado, pero era humilde y bueno. En su visión Elena
se levantó, tomó la Biblia grande, la sostuvo ante el Señor y habló
basándose en ella. Luego la llevó a ese humilde hermano, y se la
puso en los brazos. El la tomó mientras le caían las lágrimas sobre