Página 108 - Nuestra Elevada Vocacion (1962)

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Aprendiendo en la escuela de Cristo, 5 de abril
¿Quién es el hombre que teme a Jehová? El le enseñará el camino que
ha de escoger.
Salmos 25:12
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Jesús ha abierto una escuela para la educación y la enseñanza de sus
elegidos, y ellos siempre deben aprender a practicar las lecciones que él les
da, a fin de conocerlo plenamente.
Aquellos que piensan que son suficientemente buenos, y no trabajan con
diligencia en demanda de la perfección del carácter cristiano, pondrán ídolos
en sus corazones, y proseguirán practicando hábitos pecaminosos, hasta que
el pecado ya no les parezca pecaminoso. ...
Jesús se ofrece a cada alma enferma de pecado, a cada alma que se esfuerza
por vencer. El Espíritu Santo está intercediendo por cada luchador sincero, y
Cristo hará que sus palabras sean espíritu y vida, poder de Dios para salvación
a aquellos que creen. Pero seguramente fracasaréis si permitís que el diablo
controle vuestra mente y guíe vuestra imaginación. ... Dios no puede ser
burlado; no aceptará un corazón dividido. El exige un servicio completo y de
todo corazón. Ha pagado el dinero del rescate de su propia vida, por cada hijo
e hija de Adán. ...
Cristo tiene derechos sobre cada alma, pero muchos eligen una vida de
pecado. Algunos no quieren acudir a Jesús para que les conceda vida. Algunos
dicen: “Yo voy, Señor”, a su invitación; pero no van; no realizan una entrega
completa, para morar únicamente en Jesús, que es vida, paz y gozo indecible,
y gloria plena. ... ¿No seréis sabios, y decidiréis hacer una obra diligente para
la eternidad? Buscad de todo corazón la gracia de Cristo, con vuestro poder,
mente y fuerza. ...
Dios os ha dado el derecho de aferraros a él mediante la oración de fe. La
oración creyente es la esencia de la religión pura, el secreto del poder para
cada cristiano. ...
Tomaos tiempo para orar, para investigar las Escrituras, para poner el yo
bajo la disciplina de Cristo. Vivid en contacto con el Cristo viviente, y tan
pronto como hagáis esto, él os sostendrá, y os sostendrá firmemente con su
mano poderosa que nunca os dejará abandonados.—
Carta 38, 1893, pp. 8, 9
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