Página 118 - Nuestra Elevada Vocacion (1962)

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Ocupando la mente, 15 de abril
El buen hombre del buen tesoro de su corazón saca bien; y el mal
hombre del mal tesoro de su corazón saca mal; porque de la abundancia
del corazón habla su boca.
Lucas 6:45
.
La constitución de la mente es de tal naturaleza, que ésta debe estar ocu-
pada con lo bueno o con lo malo. Si adopta un nivel bajo, generalmente se
debe a que se le ha permitido espaciarse en cosas comunes. ... El hombre tiene
la facultad de regular el trabajo de la mente y de dirigir la corriente de sus
pensamientos. Pero esto requiere un esfuerzo más grande del que podemos
hacer por nuestro propio esfuerzo. Debemos fijar nuestra mente en Dios, si
queremos tener pensamientos rectos y temas elevadores para la meditación.
Pocos comprenden que es su deber ejercer control sobre sus pensamientos y
razonamientos. Resulta difícil mantener a la mente indisciplinada fijada sobre
temas provechosos. Pero si no se emplean debidamente los pensamientos, la
religión no puede florecer en el alma. La mente debe preocuparse de cosas
sagradas y eternas, de lo contrario encontrará gozo en pensamientos superfi-
ciales e insignificantes. Deben disciplinarse tanto las facultades intelectuales
como las morales, y éstas se fortalecerán y crecerán mediante el ejercicio.
A fin de comprender correctamente esta cuestión, debemos recordar que
nuestros corazones están naturalmente depravados, y que somos incapaces,
por nosotros mismos, de seguir una conducta correcta. Solamente por la gracia
de Dios, combinada con los esfuerzos más sinceros de nuestra parte, podemos
obtener la victoria.
En la fe cristiana hay temas en los cuales cada uno debiera acostumbrar su
mente a espaciarse. El amor de Cristo Jesús, que sobrepasa el conocimiento,
sus sufrimientos por la humanidad caída, su obra de expiación por nosotros, y
su exaltada gloria—éstos son los misterios en los cuales los ángeles desearían
mirar. Los seres celestiales encuentran en estos temas suficiente atracción
para interesar a sus meditaciones más profundas; y nosotros, a quienes esto
concierne tan íntimamente, ¿manifestaremos menos interés que los ángeles,
en el maravilloso amor redentor?
El intelecto, tanto como el corazón, deben consagrarse al servicio de Dios.
El tiene derecho a todo lo que hay en nosotros.—
The Review and Herald, 4
de enero de 1881, pp. 2, 3
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