Página 120 - Nuestra Elevada Vocacion (1962)

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Cómo disciplinar la mente, 17 de abril
Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante
de ti, oh, Jehová, roca mía y redentor mío.
Salmos 19:14
.
Los pensamientos deben ser puros y las meditaciones del corazón deben
ser limpias, si se quiere que las palabras de la boca sean aceptables para el
cielo y útiles para vuestros asociados.—
The Review and Herald, 12 de junio
de 1888
.
La mente natural y egoísta, si se le permite seguir sus propios deseos
pecaminosos, obrará sin motivos elevados, sin propender a la gloria de Dios,
o al beneficio de la humanidad. Los pensamientos serán pecaminosos, única y
continuamente pecaminosos. ... El Espíritu de Dios produce una nueva vida
en el alma, conduciendo los pensamientos y los deseos a la obediencia de la
voluntad de Cristo. ...
Los jóvenes debieran empezar a cultivar temprano en la vida los hábitos
correctos de pensamiento. Debiéramos disciplinar la mente para pensar pro-
ductivamente, y no permitirle que se espacie en aquellas cosas que son malas.
... Cuando Dios obra sobre el corazón, mediante el Espíritu Santo, el hombre
debe colaborar con él. ...
Debiéramos meditar en las Escrituras, pensando seria y sinceramente en
las cosas que atañen a nuestra salvación eterna. La infinita misericordia y
amor de Jesús, el sacrificio hecho por nosotros, exigen una seria y solemne
reflexión. Debiéramos espaciarnos en el carácter de nuestro querido Redentor
e Intercesor. Debiéramos procurar comprender el significado del plan de
salvación. Debiéramos meditar en la misión de Aquel que vino para salvar
a su pueblo de sus pecados. Nuestra fe y amor se fortalecerán a través de la
contemplación de los temas celestiales. Nuestras oraciones serán más y más
aceptables a Dios porque estarán más y más mezcladas con fe y amor. Serán
más inteligentes y fervorosas. Habrá una confianza más constante en Jesús, y
tendremos una experiencia diaria y viva en la voluntad y el poder de Cristo
para salvar hasta lo máximo a todos los que acuden a Dios mediante él. ...
El alma experimentará hambre y sed de ser hecha semejante a Aquel que
adoramos. Cuanto más permanezcan en Cristo nuestros pensamientos, tanto
más hablaremos de él a otros, y lo representaremos ante el mundo.—
Ibid
.
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