Página 122 - Nuestra Elevada Vocacion (1962)

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Sujetemos nuestra mente a Cristo, 19 de abril
Serme ha suave hablar de él: yo me alegraré en Jehová.
Salmos 104:34
.
¿Por qué no mantener vuestras mentes arraigadas en las inescrutables
riquezas de Cristo, para que podáis presentar a otros las gemas de verdad? En
la Palabra de Dios hay ricas minas de verdad, en cuya exploración podemos
pasar la vida entera, y sin embargo encontraremos que sólo hemos comenzado
a revisar sus preciosos depósitos. Cavemos profundamente, y saquemos los
tesoros escondidos. Pero es imposible hacer esto mientras fomentamos un
espíritu ocioso o inquieto, que busca constantemente algo que meramente
halagará los sentidos, alguna cosa que divertirá, y despertará una risa necia. ...
Las mentes que se ocupan de la lectura frívola, con historietas excitantes, o
que van detrás de la diversión, no se espacian en Cristo, y no pueden gozarse
en la plenitud de su amor. La mente que encuentra placer en los pensamientos
necios y en la conversación banal, está tan desprovista del gozo de Cristo,
como estaban desprovistas de lluvia las colinas de Gilboa.
¿Vuestra propia experiencia no testifica de esto? ¿Cuánta paz mental tenéis
al final de un día gastado en frivolidad, en conversaciones banales y livianas?
¿Podéis retiraros al reposo en la noche, diciendo: “Tengo paz en mi alma”?
Cuán a menudo, cuando vais a la casa de Dios, y os encontráis en la solemne
asamblea, vuestros pensamientos se vuelven hacia esa necia observación que
alguien hizo, a esa historia frívola, o hacia esa cosa cómica que habéis leído o
visto. Y ese pensamiento acudirá justamente a tiempo para eclipsar un rayo
brillante de la gloria de Cristo, y vosotros perderéis el beneficio de la luz
enviada del cielo que debisteis haber recibido. ...
Necesitamos llenar constantemente nuestra mente con Cristo, y vaciarla
de egoísmo y pecado. ... Justamente en el momento en que vaciéis vuestra
mente de vanidad y frivolidad, ese vacío será llenado con aquello que Dios
desea daros: su Espíritu Santo. Entonces del buen tesoro del corazón sacaréis
buenos frutos, ricas gemas del pensamiento, y otros recibirán las palabras,
y comenzarán a glorificar a Dios. ... Vuestros pensamientos y afectos deben
morar en Cristo, y debéis reflejar sobre otros aquello que ha brillado sobre
vosotros, procedente del Sol de Justicia.—
The Review and Herald, 15 de
marzo de 1892, pp. 161
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