Página 138 - Nuestra Elevada Vocacion (1962)

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Bendiciones para los que piden, 3 de mayo
No tenéis lo que deseáis, porque no pedís.
Santiago 4:2
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No podemos vivir sin la gracia de Cristo. Necesitamos la ayuda de arriba
para resistir a las múltiples tentaciones de Satanás y escapar de sus artificios.
En medio de la oscuridad prevaleciente debemos tener la luz de Dios para
revelar las trampas y los lazos del error; de lo contrario seremos atrapados. De-
biéramos aprovechar toda oportunidad de orar, tanto en secreto como alrededor
del altar familiar. Muchos deben aprender a orar. ... Cuando con humildad
le contamos al Señor nuestras necesidades, el Espíritu mismo intercede por
nosotros; cuando nuestro sentido de necesidad nos induce a desnudar nuestras
almas ante el ojo de la Omnipotencia que todo lo escudriña, nuestras oraciones
fervientes y sinceras entran adentro del velo, nuestra fe reclama las promesas
de Dios, y recibimos ayuda. ...
La oración es un deber y un privilegio. Debemos tener la ayuda que
sólo Dios puede dar, y esa ayuda no la recibiremos si no la pedimos. Si
nos sentimos demasiado justos para sentir la necesidad de recibir ayuda de
Dios, no la tendremos en el momento de más necesidad. Si somos demasiado
independientes y autosuficientes para confiar diariamente, mediante sincera
oración, en los méritos de un Salvador crucificado y resucitado, quedaremos
sujetos a las tentaciones de Satanás. ...
Las oraciones fervientes y sinceras ... proporcionarán fortaleza y gracia
para resistir a los poderes de las tinieblas. Dios quiere bendecir. El está más
deseoso de dar el Espíritu Santo a aquellos que se lo piden de lo que lo están
los padres para dar buenas dádivas a sus hijos. Pero muchos no sienten su
necesidad. No comprenden que no pueden hacer nada sin la ayuda de Jesús. ...
Me ha sido mostrado que los ángeles de Dios están listos para impartir
gracia y poder a aquellos que sienten su necesidad de fortaleza divina. Pero
estos mensajeros celestiales no derramarán bendiciones a menos que éstas
sean solicitadas. Están esperando el clamor de las almas que sienten hambre
y sed de la bendición de Dios; a menudo han esperado en vano. Hubo, en
realidad, oraciones casuales, pero no eran las fervientes súplicas de corazones
humildes y contritos. ...
Aquellos que quieren recibir la bendición del Señor deben preparar ellos
mismos el camino, confesando los pecados, humillándose delante de Dios
con verdadera penitencia y con fe en los méritos de la sangre de Cristo.—
The
Review and Herald, 24 de julio de 1883, pp. 466
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