Página 142 - Nuestra Elevada Vocacion (1962)

Basic HTML Version

La oración humilde y perseverante, 7 de mayo
Elías era hombre sujeto a semejantes pasiones que nosotros, y rogó con
oración que no lloviese, y no llovió sobre la tierra en tres años y seis
meses. Y otra vez oró, y el cielo dió lluvia, y la tierra produjo su fruto.
Santiago 5:17, 18
.
En la experiencia de Elías se nos presentan importantes lecciones. Cuando
en la cumbre del monte Carmelo oró pidiendo lluvia, su fe fué probada, pero
él perseveró presentando su pedido delante de Dios.—
The Review and Herald,
27 de marzo de 1913
.
El siervo observaba mientras Elías oraba. Seis veces volvió de su puesto
de observación diciendo: No hay nada, ninguna nube, ninguna señal de lluvia.
Pero el profeta no cejó en su intento ni se desanimó. Continuó repasando
su vida, para descubrir dónde había dejado de honrar a Dios. A medida que
escudriñaba su corazón, cada vez disminuía su valor ante sus ojos y ante la
vista de Dios. Le parecía que no era nada, y que Dios lo era todo; y cuando
llegó al punto de renunciar al yo mientras se aferraba al Salvador como su
única fortaleza y justicia, llegó la respuesta. Apareció el siervo y dijo: “Yo
veo una pequeña nube como la palma de la mano de un hombre, que sube de
la mar”.
1 Reyes 18:44
.—
The Review and Herald, 26 de mayo de 1891
.
Tenemos un Dios cuyo oído no está cerrado a nuestras peticiones, y si
probamos su palabra, él honrará nuestra fe. El quiere que entretejamos todos
nuestros intereses con los suyos, y luego podrá bendecirnos sin peligro, porque
entonces no nos apoderaremos de la gloria cuando seamos bendecidos, sino
que le daremos toda la alabanza a Dios. Dios no siempre contesta nuestras
oraciones la primera vez que acudimos a él, porque si lo hiciera así, nosotros
daríamos por sentado que tenemos derecho a todas las bendiciones y favores
que él derrama sobre nosotros. En lugar de escudriñar nuestros corazones
para ver si abrigábamos algún mal, si accedíamos al pecado, nos tornaríamos
descuidados y dejaríamos de comprender nuestra dependencia de él. ...
Elías se humilló a sí mismo, hasta que estuvo en una condición tal que no
se atribuiría la gloria a sí mismo. Esta es la condición bajo la cual Dios oye la
oración, porque entonces le daremos a él la alabanza. ... Únicamente Dios es
digno de ser glorificado.—
The Review and Herald, 27 de marzo de 1913
.
[136]
138