Página 161 - Nuestra Elevada Vocacion (1962)

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El representante de Cristo, 26 de mayo
Y cuando él viniere redargüirá al mundo de pecado, y de justicia, y de
juicio.
Juan 16:8
.
Como el Consolador ha de venir y os convencerá de pecado, de justicia
y de juicio, cuidad de no resistir al Espíritu de Dios. ... Estad dispuestos a
discernir lo que él os revele. Someted vuestra voluntad, los hábitos que por
tanto tiempo habéis idolatrado y que os son peculiares, para que podáis recibir
los principios de la verdad.—
The Review and Herald, 12 de abril de 1892, pp.
225
.
Cristo nos ha proporcionado, al costo de un sacrificio y sufrimiento infini-
tos, todo lo que es esencial para el éxito en la lucha del cristiano. El Espíritu
Santo proporciona poder y capacita al hombre para vencer. El gobierno de
Satanás debe ser subyugado mediante el poder del Espíritu. Es el Espíritu
el que convence de pecado, y quien, con el consentimiento del ser humano,
expele el pecado del corazón. Lá mente, entonces, es puesta bajo una nueva
ley: la ley real de la libertad.—
The Review and Herald, 19 de mayo de 1904
.
El señor Jesús obra mediante el Espíritu Santo porque es su representante.
Mediante él infunde vida espiritual al alma, aviva sus energías para el bien,
limpia de la contaminación moral y capacita para su reino.
Jesús tiene abundantes bendiciones para derramar, ricos dones para distri-
buir entre los hombres. El es el Consejero admirable, infinito en sabiduría y
fortaleza, y si reconocemos el poder de su Espíritu y nos sometemos para ser
moldeados por él, estaremos completos en él. ¡Qué pensamiento es éste! En
Cristo “habita toda la plenitud de la divinidad corporalmente. Y en él estáis
cumplidos”.
Colosenses 2:9, 10
.
El corazón humano no puede conocer la felicidad hasta que se somete para
ser moldeado por el Espíritu de Dios. El Espíritu conforma el alma renovada
según el modelo, Jesucristo. Mediante su influencia, la enemistad contra Dios
se cambia en fe y en amor, y el orgullo en humildad. El alma percibe la belleza
de la verdad, y Cristo es honrado en la excelencia y la perfección del carácter.
Cuando se efectúan estos cambios, los ángeles rompen en cantos de alabanza,
y Dios y Cristo se gozan por las almas que son modeladas según la semejanza
divina.—
The Review and Herald, 25 de agosto de 1896
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