Página 171 - Nuestra Elevada Vocacion (1962)

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La obra de guardar el corazón, 4 de junio
Sobre toda cosa guardada guarda tu corazón; porque de él mana la
vida.
Proverbios 4:23
.
La diligente protección del corazón es esencial para el saludable creci-
miento en la gracia. El corazón en su estado natural es una morada para los
pensamientos no santificados y las pasiones pecaminosas. Cuando es puesto
en sujeción a Cristo, debe ser limpiado por el Espíritu de toda contaminación.
Pero esto no puede realizarse sin arrepentimiento de parte de la persona.
Cuando el alma ha sido limpiada, es el deber del cristiano protegerla con-
tra la contaminación. Muchos piensan que la religión de Cristo no exige el
abandono de los pecados diarios, la supresión de hábitos que han mantenido el
alma en esclavitud. Renuncian a algunas cosas condenadas por la conciencia,
pero dejan de representar a Cristo en la vida diaria. No llevan la semejanza de
Cristo al hogar. No manifiestan cuidado en la elección de sus palabras. Dema-
siado a menudo se pronuncian palabras impacientes, palabras que despiertan
las peores pasiones del corazón humano. Los tales necesitan la presencia
permanente de Cristo en el alma. Únicamente en su fortaleza pueden mantener
vigilancia sobre las palabras y las acciones.
En la obra de guardar el corazón debemos ser insistentes en la oración,
no cansarnos de rogar al trono de la gracia por ayuda. Aquellos que toman
el nombre de cristianos debieran acudir a Dios con sinceridad y humildad,
pidiendo ayuda. ... El cristiano no siempre puede estar en una posición ade-
cuada para la adoración, pero sus pensamientos y sus deseos siempre pueden
dirigirse hacia arriba.—
The Youth’s Instructor, 5 de marzo de 1903
.
El mantenimiento de vuestro corazón en el cielo vigorizará todos vuestros
dones y vivificará todos vuestros deberes. El disciplinar la mente para que se
espacie en las cosas celestiales, pondrá vida y sinceridad en todos nuestros
empeños. Nuestros esfuerzos son lánguidos, y corremos con lentitud la carrera
cristiana, y manifestamos indolencia y flojedad, porque avaluamos en tan poco
el premio celestial. Somos enanos en realizaciones espirituales. Es el privilegio
y el deber del cristiano llegar “a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo
de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la edad de la plenitud de Cristo”.
Efesios 4:13
.—
The Review and Herald, 29 de marzo de 1870
.
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