Página 201 - Nuestra Elevada Vocacion (1962)

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El peligro de la prosperidad, 2 de julio
Si se aumentare la hacienda, no pongáis el corazón en ella.
Salmos
62:10
.
Entre los peligros más grandes que amenazan a la iglesia, está el amor
al mundo. De él surgen los pecados del egoísmo y la codicia. Es el caso de
muchos, que cuanto más obtienen de los tesoros mundanales tanto más fijan
sus afectos en ellos, y todavía buscan más. ...
Satanás utiliza todo medio que puede inventar para descarriar a los se-
guidores de Cristo. Con una maravillosa habilidad y astucia él adapta sus
tentaciones al temperamente particular de cada uno. Los que son naturalmente
egoístas y codiciosos, a menudo son tentados por él al arrojarles la prosperidad
en su camino. El sabe que si no vencen su temperamento natural, el amor a
Mammón los hará tropezar y caer. A menudo se cumple su propósito. Cuando
se les ofrecen las riquezas del mundo, muchos se apoderan ansiosamente
del tesoro y piensan que son admirablemente prosperados. El fuerte amor al
mundo pronto ahoga el amor a la verdad. ...
Si aquellos que así son prosperados pusieran sus posesiones sobre el altar
de Dios, podrían vencer su espíritu egoísta y codicioso, y desbaratar de esta
manera los designios de Satanás.
Las riquezas mundanas pueden transformarse en una bendición si son usa-
das correctamente. Todos los que las poseen debieran comprender que les son
prestadas por Dios, para ser empleadas en su servicio. Dando abundantemente
para el avance de la causa de la verdad y para aliviar las necesidades de los
pobres, podrían ser el medio para salvar a otros, y así proporcionar bendición
a sus propias almas aquí, y hacer en el cielo un tesoro que será suyo en el más
allá. ...
Sin embargo, muchos ignoran en qué consiste esa abnegación, o en qué
consiste el sacrificio por la verdad. Pero nadie entrará al cielo sino por el
mismo camino de la humillación, de la abnegación, y de llevar la cruz, que
el Señor recorrió. Sólo aquellos que están deseando sacrificarlo todo por la
vida eterna, lo conseguirán; pero es digna de que se sufra por ella, de que se
crucifique el yo, y de que se sacrifique todo ídolo por ella. El eterno peso de
gloria excederá todo tesoro terrenal y eclipsará toda atracción terrena.—
The
Review and Herald, 4 de septiembre de 1883
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