Página 21 - Nuestra Elevada Vocacion (1962)

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Todo aquel que crea en mí, 12 de enero
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo
unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga
vida eterna.
Juan 3:16
.
Debiéramos contemplar el amor de Jesús, su misión y su obra respecto
de nosotros como individuos. Debemos decir: Jesús me amó tanto que dió
su propia vida para salvarme. El Padre me ama, “porque de tal manera amó
Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en
él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. Nos corresponde asegurarnos
acerca de los términos bajo los cuales Cristo prometió el don de la vida eterna.
Respondo: sobre nuestra fe. Debemos tener fe en las promesas.—
The Signs
of the Times, 24 de abril de 1893
.
El don del amado Hijo de Dios, hace que las promesas de Dios sean una
seguridad para nosotros.—
Manuscrito 23, 1899, pp. 5
.
¿Cuántos pueden decir: “El me salva”? Yo sé que él desea que yo sea
salvada. El me considera de valor ante su vista, y por lo tanto yo sé que mis
pensamientos, mis palabras y mis obras, todas pasan en revista delante de él.
Todo lo que se relaciona con la compra de la sangre de Cristo, es de valor ante
los ojos de Dios. Por el precio pagado por nuestra redención, nosotros estamos
bajo la obligación de dedicar todos nuestros afectos a Cristo. Debemos darle a
Dios todo lo que hay en nosotros; y al darnos a Dios, ¿debemos considerar
que sufrimos una gran pérdida? No, porque al darle nuestros talentos estamos
duplicándolos. Todo don que se nos ha concedido, cuando se lo devolvemos,
recibe su bendición, para que tenga una redoblada influencia en la obra de Dios.
Dondequiera que Ud. esté, debe comprender que pertenece a Cristo, y que su
influencia debe ser de alcances tan extensos como la eternidad misma.—
The
Signs of the Times, 9 de enero de 1893
.
El don de Cristo al mundo escapa a todo cálculo, y ningún poder puede
competir con Dios, dando un don que pueda soportar una comparación con el
valor del mejor tesoro del cielo. La grandeza de este don debía proporcionarles
a los hombres un tema de agradecimiento y alabanza, que duraría durante todo
el tiempo y la eternidad. Habiendo dado todo lo que poseía en Cristo, Dios
reclama el corazón, la mente, el alma, y las fuerzas del hombre. Contemplando
el tesoro que Dios ha provisto en el pleno y completo don de Cristo, podemos
exclamar: “¡Aquí está el amor!”—
The Youth’s Instructor, 13 de diciembre de
1894, pp. 388, 389
.
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