Página 226 - Nuestra Elevada Vocacion (1962)

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El secreto de la santidad, 27 de julio
Y vestir el nuevo hombre que es criado conforme a Dios en justicia y en
santidad de verdad.
Efesios 4:24
.
Ningún hombre recibe la santidad como derecho de nacimiento, o como
un don de cualquier otro ser humano. La santidad es el don de Dios mediante
Cristo. Aquellos que reciben al Salvador se hacen hijos de Dios. Son sus
hijos espirituales, nacidos otra vez, renovados en justicia y en verdadera
santidad. Sus mentes son transformadas. Contemplan las realidades eternas
con una clara visión. Son adoptados en la familia de Dios, y se transforman
a su semejanza, cambiados de gloria en gloria por su Espíritu. Primero se
complacían en el amor supremo de sí mismos y luego llegan a complacerse en
el amor supremo a Dios y a Cristo. ...
El secreto de la santidad consiste en aceptar a Cristo como un Salvador
personal, y en seguir su ejemplo de abnegación.—
The Signs of the Times, 17
de diciembre de 1902
.
La santidad no es una emoción; es el resultado de la entrega a Dios;
consiste en vivir cada palabra que procede de la boca de Dios; consiste en
hacer la voluntad de nuestro Padre celestial; consiste en confiar en Dios en las
dificultades, en creer en sus promesas, en las tinieblas tanto como en la luz.
La religión consiste en andar por la fe, tanto como por la vista, confiando en
Dios con toda confianza, y descansando en su amor.—
The Youth’s Instructor,
17 de febrero de 1898, pp. 123
.
La santificación es un estado de santidad, tanto adentro como afuera; es
pertenecer a Dios en forma consagrada y sin reserva, no como mero formalis-
mo, sino en verdad. Toda impureza de pensamiento, toda pasión concupiscente,
separa el alma de Dios, porque Cristo no puede poner su ropaje de justicia
sobre un pecador para ocultar su deformidad. ... Debe haber una obra progre-
siva de triunfo sobre el mal, de simpatía por el bien; debe haber un reflejo del
carácter de Jesús. Debemos andar a la luz que aumentará y se tornará más
brillante hasta que sea el día perfecto. Es un crecimiento real, sustancial, que
finalmente alcanzará a la plena estatura de hombres y mujeres en Cristo Jesús.
...
El cielo es un lugar feliz porque es un lugar santo. La conformidad a la
semejanza del carácter de Cristo, el triunfo sobre todo pecado y tentación,
el andar en el temor de Dios, el poner al Señor continuamente delante de
nosotros, proporcionará paz y gozo en la tierra y asegurará una pura felicidad
en el cielo.—
Carta 12, 1890
.
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