Página 227 - Nuestra Elevada Vocacion (1962)

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Una experiencia diaria en la conversión, 28 de julio
Por tanto, no desmayamos: antes aunque éste nuestro hombre exterior
se va desgastando, el interior empero se renueva de día en día.
2
Corintios 4:16
.
Se necesita una conversión genuina, no una vez en años, sino diariamente.
Esta conversión pone al hombre en una nueva relación con Dios. Abandona las
cosas viejas, sus pasiones naturales y sus tendencias hereditarias y cultivadas
hacia el mal y él se renueva y santifica. Pero esta obra ha de ser continua,
porque mientras exista Satanás, él realizará esfuerzos para llevar a cabo su
tarea. Aquel que se esfuerza por servir a Dios encontrará una fuerte corriente
hacia el mal. Su corazón necesita ser protegido por una vigilancia y una
oración constantes, o bien cederá a la presión del mal; y como una corriente
impetuosa, la tendencia oculta hacia el mal desbaratará la protección. Ningún
corazón renovado puede mantenerse tierno sin la aplicación diaria de la sal
de la palabra. Debe recibirse diariamente la gracia divina, o ningún hombre
permanecerá convertido. ...
Hay que rechazar sin vacilación todas las tentaciones que invitan a alejarse
de los principios puros y santos. Debe haber una firme adhesión a los principios
correctos. ...
Cada alma que ama a Dios tendrá que experimentar dificultades. El Señor
no realiza un milagro para prevenir estas pruebas, para escudar a su pueblo
de la tentación del enemigo. ... Deben desarrollarse caracteres que decidan la
actitud de la familia humana hacia el hogar celestial—caracteres que perma-
nezcan firmes ante la presión de las circunstancias desfavorables en la vida
privada y pública, y que, bajo las tentaciones más severas, mediante la gracia
de Dios permanezcan animosos y fieles, y que sean firmes como una roca a
los principios, y que salgan de las fieras pruebas teniendo más valor que el oro
de Ofir. Dios dará su aprobación y considerará como sus electos a aquellos
que posean tales caracteres. ...
El Señor no acepta un servicio indiferente. Lo exige todo del hombre. La
religión debe entrar en todas las fases de la vida, debe ser llevada a toda clase
de trabajo. Todo el ser debe estar bajo el control de Dios. No podemos pensar
que por nuestras propias fuerzas podemos controlar nuestros pensamientos.
Deben ser subyugados a Cristo. El yo no puede manejar al yo; no es capaz
de realizar por sí mismo esa obra. ... Únicamente Dios puede hacernos y
mantenernos leales.—
The Review and Herald, 14 de septiembre de 1897
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