Página 236 - Nuestra Elevada Vocacion (1962)

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La bendición del trabajo, 5 de agosto
Ve a la hormiga, oh perezoso, mira sus caminos y sé sabio.
Proverbios
6:6
.
Dios colocó a nuestros primeros padres en el paraíso y los rodeó de todo
lo que era útil y hermoso. En su hogar edénico no faltaba ninguna cosa que
pudiera servir para su bienestar y felicidad, y a Adán se le dió el trabajo
de cuidar el huerto. El Creador sabía que Adán no podía ser feliz sin una
ocupación. La hermosura del huerto le deleitaba, pero esto no era suficiente.
Debía tener un trabajo para poner en ejercicio los admirables órganos de su
cuerpo. Si la felicidad hubiera consistido en no hacer nada, el hombre, en su
condición de santa inocencia, habría sido dejado sin ocupación. Pero Aquel
que creó al hombre sabía lo que convenía para su felicidad; y no bien lo hubo
creado, le señaló un trabajo. La promesa de gloria futura, y el decreto de que
el hombre debe trabajar para obtener su pan cotidiano, proceden del mismo
trono. ...
Cuando el cuerpo está inactivo, la sangre fluye perezosamente y los múscu-
los disminuyen en medida y poder. ... El ejercicio físico, y el uso abundante de
aire y de luz solar—bendiciones que el cielo ha derramado abundantemente
sobre todos—le proporcionarían vida y fuerza a más de un extenuado invá-
lido. ... El trabajo es una bendición y no una maldición. El trabajo diligente
resguarda a muchos, jóvenes y viejos, de las trampas de aquel que “encuentra
algún mal para que hagan las manos ociosas”. Que ninguno se avergüence
del trabajo, porque el trabajo honrado es ennoblecedor. Mientras las manos
están ocupadas en las tareas más comunes, la mente debe estar llena con
pensamientos elevados y santos.
La somnolencia y la indolencia destruyen la piedad y ofenden al Espíritu de
Dios. Una laguna estancada es desagradable, pero una corriente pura esparce
salud y alegría sobre la tierra. Ningún hombre o mujer que esté convertido
puede ser otra cosa que un trabajador. Ciertamente que en el cielo hay trabajo y
lo habrá siempre. Los redimidos no vivirán en un estado de soñadora ociosidad.
Hay un reposo para el pueblo de Dios, un reposo que encontrarán sirviendo a
Aquel a quien deben todo lo que tienen y lo que son.—
The Youth’s Instructor,
27 de febrero de 1902
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