Página 273 - Nuestra Elevada Vocacion (1962)

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Un amigo para el que carece de ellos, 10 de septiembre
El ungüento y el perfume alegran el corazón: y el amigo al hombre con
el cordial consejo.
Proverbios 27:9
.
Debiéramos tener el amor de Cristo en el corazón en un grado tal, que
nuestro interés en los demás sea imparcial y sincero. Nuestros afectos debieran
ser amplios y no centrarse simplemente en unos pocos que nos halagan por
confidencias especiales. La tendencia de estas amistades es conducirnos a
descuidar a aquellos que tienen mayor necesidad de amor que aquellos sobre
quienes derramamos nuestras atenciones.
No debiéramos reducir nuestro círculo de amigos a unos pocos favoritos
porque ellos nos miman y halagan con sus afectos profesos. La atención
parcial, tan a menudo derramada y recibida, no obra para el mayor bien de
aquellos que sirven a Dios. Uno confía en el otro en busca de fuerza, y la
alabanza, los halagos, y los afectos que el uno recibe del otro, ocupan el lugar
que debiera ocupar la gracia de Dios, y así los amigos humanos toman los
afectos que debieran proceder de Cristo. ... Los confidentes y los asociados
humanos absorben el amor y la confianza que deberían ser dados únicamente
a Dios. ...
En lugar de procurar ser vosotros mismos favoritos, o de halagar a uno
a quien consideréis muy exaltado, ved si no hay un pobre niño que no es
favorito, a quien no se manifiesta ninguna bondad en especial, y haced del
tal el objeto de vuestra atención desinteresada. Los que son especialmente
atractivos no carecerán de amigos; mientras que los que son menos agradables
por su apariencia, que son tímidos y con los cuales es difícil familiarizarse,
pueden tener hermosos rasgos de carácter, y son la propiedad de la sangre de
Cristo.—
The Youth’s Instructor, 25 de mayo de 1893
.
Los sentimientos de desasosiego, de nostalgia o de soledad pueden ser
para vuestro bien. Vuestro Padre celestial intenta enseñaros a encontrar en él
la amistad, el amor y el consuelo que satisfarán vuestras esperanzas y deseos
más sinceros. ... Vuestra única seguridad y felicidad está en hacer de Cristo
vuestro constante consejero. Podéis sentiros felices con él aunque no tengáis
otros amigos en todo el mundo.—
Carta 2b, 1874, pp. 1
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