Página 301 - Nuestra Elevada Vocacion (1962)

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Rompiendo el encantamiento del mundo, 6 de octubre
Y el mundo se pasa, y su concupiscencia; mas el que hace la voluntad de
Dios, permanece para siempre.
1 Juan 2:17
.
Las lecciones de Cristo eran de ese carácter para mostrar la importancia
relativa del cielo y la tierra. El presenta ante la consideración de la mente que
las demandas del cielo son de primera importancia. Las demandas de Dios
son supremas. Pide todo el corazón, la mente, la fuerza y el vigor. El asigna
su lugar a las cosas terrenas, y han de subordinarse a los intereses eternos.
Las tentaciones de Satanás presentan las cosas terrenas y las hacen absor-
bentes y atractivas, para que eclipsen a las realidades celestiales y se ponga
en primer lugar el apego a este mundo; y esto se ha convertido en un poder
tan grande que únicamente la omnipotencia puede quebrantarlo. La obra de
Satanás consiste en encadenar los sentidos a este mundo. Cristo vino para
romper el encantamiento satánico, para contrarrestar la obra de Satanás, y
llevar cautiva la mente, apartándola de las cosas terrenas para fijarla en las
celestiales. Solamente él puede romper el encantamiento. ... Unos pocos años
más y el mundo y toda su gloria, lo cual el poder encantador del gran enga-
ñador ha convertido en objeto de adoración, han de ser quemados, con todos
los embellecimientos del arte humano. ¿Qué se encontrará entonces para
compensar la pérdida del alma humana?
El Príncipe de la vida llama la atención al mundo eterno. ... El quiere que
la grandeza infinita del futuro llame la atención de las mentes de los hombres,
y que el mundo actual ocupe un lugar subordinado en sus afectos. El pone
en orden las cosas que Satanás ha trastocado. Habiendo sacado al mundo del
trono donde había llegado a ser un poder rector y había sido adorado como un
dios, le señala su debido lugar. ...
Si mantenemos en vista las realidades eternas, formaremos el hábito de
cultivar pensamientos de la presencia de Dios. Esto será un escudo contra
las incursiones del enemigo. Proporcionará fuerza y seguridad, y elevará el
alma por encima del temor. Si respiramos la atmósfera del cielo, dejaremos
de respirar el aire viciado del mundo. No permaneceremos en un sótano
oscurecido, sino que subiremos a las cámaras superiores donde se abren las
ventanas que miran hacia el cielo y reciben los brillantes rayos del Sol de
Justicia.—
Manuscrito 42, 1890, pp. 10-13
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