Página 322 - Nuestra Elevada Vocacion (1962)

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Recompensas por el servicio, 27 de octubre
Bueno es al hombre, si llevare el yugo desde su mocedad.
Lamentaciones 3:27
.
Dios llama a jóvenes y señoritas que entren en su servicio. Los jóvenes
son receptivos, vigorosos, ardientes y esperanzados. Una vez que han probado
el espíritu de sacrificio propio, no quedarán satisfechos a menos que aprendan
constantemente del gran Maestro. ...
Cuando trabajamos en conexión con el gran Maestro, nuestra experiencia
mejora. Las facultades de la mente se amplían. La conciencia se pone bajo
la dirección divina. Cristo toma todo el ser bajo su dirección. Somos salvos
únicamente cuando le permitimos hacer esto; porque hay otro que está cerca
observando una oportunidad de entrar y comenzar su trabajo destructivo y
engañador. Entonces, cuando entremos en el servicio de Dios, permitamos
que tome posesión de todo nuestro ser, cuerpo, alma y espíritu. ...
Nadie puede estar verdaderamente unido a Cristo, practicar sus lecciones,
someterse a su yugo de restricción, sin comprender aquello que nunca puede
expresar en palabras. Nuevos y ricos pensamientos se apoderan de él. El
intelecto recibe luz, la voluntad se hace decidida, la conciencia se enternece,
la imaginación se purifica.—
Manuscrito 18, 1901, pp. 2, 3
.
Los jóvenes y las jóvenes que estén realmente convertidos se alejarán de
toda iniquidad. ... Si ven el carácter ofensivo del pecado, y lo odian como la
cosa vil que es, y acuden a Jesús contritos purificando sus almas mediante la
obediencia a la verdad, entonces se les podrá confiar una parte de la obra. ...
Dios lee el corazón, pesa el carácter, y conoce la obra de cada hombre. El
da su Espíritu en proporción a la consagración y abnegación manifestadas por
aquellos que trabajan en su obra.—
The Review and Herald, 20 de mayo de
1890
.
Los jóvenes son fuertes. No están gastados por el peso de los años y por
las preocupaciones. Sus afectos son ardientes, y si son alejados del mundo,
y colocados sobre Cristo y el cielo, haciendo la voluntad de Dios, tendrán la
esperanza de una vida mejor que es perdurable, y permanecerán para siempre,
y serán coronados con gloria, honra, inmortalidad y vida eterna.—
The Review
and Herald, 30 de marzo de 1886
.
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