Página 331 - Nuestra Elevada Vocacion (1962)

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Una señal del pacto eterno, 4 de noviembre
Y estará el arco en las nubes, y verlo he para acordarme del pacto
perpetuo entre Dios y toda alma viviente, con toda carne que hay sobre
la tierra.
Génesis 9:16
.
Hace algún tiempo fuimos favorecidos con la contemplación del arco iris
más hermoso que hayamos visto. A menudo habíamos visitado galerías de
arte, y habíamos admirado la habilidad desplegada por el artista en cuadros que
representaban el gran arco de la promesa de Dios. Pero aquí contemplamos
variados matices: carmesí, púrpura, azul, verde, plateado y dorado, todos
perfectamente unidos por el gran Maestro Artista. Quedamos extasiados al
contemplar este glorioso cuadro en los cielos.
Mientras mirábamos este cuadro, el sello y la señal de la promesa hecha
por Dios al hombre de que la tempestad de su ira no desolaría nunca más al
mundo con las aguas de un diluvio, vimos que otros ojos que no eran finitos
también contemplaban esta escena. Los ángeles se regocijan cuando miran
esta preciosa señal del amor de Dios al hombre. El Redentor del mundo la
contempla, porque fué mediante su intervención como este arco se colocó en
los cielos como una señal o pacto de promesa para el hombre. Dios mismo
contempla el arco en las nubes, y recuerda su pacto eterno entre él y el hombre.
... El arco iris representa el amor de Cristo que rodea la tierra, y llega hasta las
profundidades de los cielos relacionando a los hombres con Dios, y uniendo
la tierra con el cielo.
Cuando contemplamos esta hermosa escena, podemos regocijarnos en
Dios, al tener la seguridad de que él mismo contempla esa señal de su pacto, y
de que cuando él la ve recuerda a los hijos de la tierra a quienes les fué dada.
Sus aflicciones, peligros y pruebas no pasan inadvertidos para él. Podemos
regocijarnos en esperanza, porque el arco del pacto de Dios está entre nosotros.
El nunca olvidará a sus hijos del cuidado divino. Cuán difícil es para la mente
del hombre finito apoderarse del amor peculiar y la ternura de Dios, y su
incomparable condescendencia cuando dijo: “Y estará el arco en las nubes, y
verlo he para acordarme del pacto perpetuo entre Dios y toda alma viviente”.
¡Oh! cuán fácil es que nos olvidemos de Dios, cuando él nunca nos olvida;
él nos visita a cada hora con sus misericordias.—
The Review and Herald, 26
de febrero de 1880
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