Página 341 - Nuestra Elevada Vocacion (1962)

Basic HTML Version

La fe debe horadar las tinieblas, 14 de noviembre
He aquí, aunque me matare, en él esperaré; ... Y él mismo me será
salud.
Job 13:15, 16
.
El verdadero cristiano no permite que ninguna consideración terrena se
interponga entre su alma y Dios. ...
Cuando la depresión le sobreviene al alma no da evidencia de que Dios
haya cambiado. El es “el mismo, ayer, y hoy, y por los siglos”.
Hebreos 13:8
.
Estáis seguros del favor de Dios cuando sois sensibles a los rayos del Sol de
Justicia; pero si las nubes ocultan vuestra alma, no debéis pensar que estáis
olvidados. Vuestra fe debe horadar las tinieblas. Vuestros ojos deben ser puros,
y todo vuestro cuerpo estará lleno de luz. Debéis mantener ante la mente las
riquezas de la gracia de Cristo. Atesorad las lecciones que proporciona su
amor. Que vuestra fe sea como la de Job, para que podáis decir: “Aunque me
matare, en él esperaré”. ...
Las experiencias más angustiosas en la vida del cristiano pueden ser las
más benditas. Las providencias especiales para las horas de tinieblas pueden
animar al alma en los futuros ataques de Satanás, y dotar al siervo de Dios para
permanecer en las fieras pruebas. La prueba de vuestra fe es más preciosa que
el oro. Debéis poseer esa perdurable confianza en Dios que no es perturbada
por las tentaciones y los argumentos del engañador. Confiad en la palabra del
Señor. Debéis estudiar las promesas, y apropiaros de ellas a medida que tengáis
necesidad. “La fe es por el oir, y el oir por la Palabra de Dios”.
Romanos
10:17
. ...
La fe es la que familiariza el alma con la existencia y la presencia de Dios;
y cuando vivimos con un ojo atento a su gloria, discernimos más y más la
hermosura de su carácter. Nuestras almas se fortalecen en el poder espiritual,
porque respiramos la atmósfera del cielo, y, comprendiendo que Dios está a
nuestra mano derecha, no seremos conmovidos. ... Deberíamos vivir como si
estuviéramos en la presencia del Infinito. ...
La sabiduría divina ordenará los pasos de aquellos que colocan su confian-
za en el Señor. El amor divino los rodeará, y comprenderán la presencia del
Consolador, el Espíritu Santo.—
The Review and Herald, 8 de septiembre de
1910
.
[327]
337