Página 342 - Nuestra Elevada Vocacion (1962)

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“Yo probé la bondad del Señor”, 15 de noviembre
Si empero habéis gustado que el Señor es benigno.
1 Pedro 2:3
.
¿Habéis gustado que el Señor es benigno? ¿Anhela vuestro apetito espiri-
tual comunión con el Señor? ¿Podéis descubrir que él es bueno, no teniendo
todo lo que deseáis, sino pasando por la escuela de la aflicción? Desde la edad
de nueve años estoy aprendiendo en la escuela de la aflicción. En mi temprana
infancia no encontraba ninguna cosa deseable fuera de las preciosas palabras
de Jesús. Desde que probé la Palabra de Dios en toda su dulzura, nunca he
dejado de desear más.
Después de ir a Australia fuí afectada por el reumatismo y la malaria.
Durante once meses no pude utilizar libremente mis brazos. Después de
preguntarme durante una semana qué podía significar eso, terminé por concluir
que sería mejor dejar de preguntármelo, y entregarme en las manos del Señor.
... Durante la noche, sólo por poco tiempo podía olvidar el dolor lo suficiente
para dormir. Sin embargo, probé la benignidad del Señor. El sentido de su
presencia me aislaba del mundo, de modo que parecía que podía hablar cara a
cara con él, como lo hizo Moisés. A través de todo el dolor y el sufrimiento
sentía que tenía conmigo a un Compañero celestial. ...
Cristo dice: “Yo estoy a tu mano derecha para ayudarte. ¿Qué más podría-
mos desear en nuestra debilidad? ¿Iremos de una a otra persona, llevándole
nuestras aflicciones, contándole a los seres humanos las tentaciones que te-
nemos, y cuán débiles estamos? El Salvador está a nuestra mano derecha, y
nos ofrece elevarnos para que podamos “sentarnos en los cielos con Cristo
Jesús”.
Efesios 2:6
. Pero, demasiado a menudo nos alejamos de él y de sus
promesas, y le contamos nuestras dificultades a aquellos que, como nosotros,
son mortales, y que tienen dificultades que únicamente Cristo puede llevar. ...
No sigamos deshonrando a Dios al alejarnos de él volviéndonos a la ineficacia
humana. ...
Llevad vuestras penurias al Maestro. Decidle: “Aquí estoy, Señor. Tú
conoces todo acerca de mí, y tú puedes ayudarme. Seguiré en tus huellas, y
haré tu voluntad”. Cuando os encomendáis a Dios, podéis tener la seguridad
de que en todo tiempo de aflicción tendréis toda la ayuda que necesitéis.—
Manuscrito 91, 1901, pp. 1-4
.
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