Página 35 - Nuestra Elevada Vocacion (1962)

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La verdad en el corazón, 26 de enero
Escogí el camino de la verdad; he puesto tus juicios delante de mí.
Salmos 119:30
.
La causa de Dios necesita hombres y mujeres que permanezcan inconmo-
vibles en la plataforma de la verdad, y que sostengan firmemente la bandera de
la verdad, de modo que ningún hombre deje de ver en qué lado se encuentra.
Su posición ha de ser claramente definida. Sus corazones deben ser puros y
santos, libres de fingimiento o engaño.—
Carta 44, 1903
.
La verdad debe encontrar un lugar permanente en el corazón. Entonces,
mediante el poder del Espíritu Santo, ejercerá su influencia en todo lo que
se diga y se haga. ¿Trataremos de mantener fuera de la vista la verdad? ¡No,
no, ni por un momento! Debe considerarse sagrada. Sus principios deben ser
consultados en todas vuestras transacciones. Ha de ser un consejero en todas
vuestras dificultades, y un guía en todas vuestras relaciones en la vida. ... En
público, en privado, donde ningún ojo humano puede ver, donde ningún oído,
excepto el de Dios, puede oir, allí la verdad debe controlarnos, dirigiendo
nuestros pensamientos, determinando nuestras palabras y nuestras obras.—
Carta 5b, 1891, pp. 3
.
Debéis mostrar ... al mundo que la verdad que profesáis santifica y enno-
blece el carácter, y conduce hacia la laboriosidad y la frugalidad, al paso que
evita la avaricia, el engaño y toda clase de deshonestidad. Mediante vuestras
palabras manifestad paciencia, y cada día podréis predicar un sermón del
poder de la verdad, realizando un servicio efectivo para la causa de Dios. Que
nadie diga que la verdad que profesáis no os hace diferentes de los mundanos.
... No déis la menor ocasión a que nadie hable mal de vuestra fe, a causa de
que no estáis santificados por la verdad.—
Carta 30, 1878, pp. 2
.
Cuando la verdad, como está en Cristo, moldeé nuestros caracteres, será
considerada como una verdad auténtica. ... A medida que la contemplemos
aumentará en valor, brillando en su propia hermosura natural, vivificando la
mente, y subyugando nuestra egoísta aspereza de carácter. Elevará nuestras
aspiraciones y nos capacitará para alcanzar la perfecta norma de santidad.—
Manuscrito 130, 1897, pp. 9
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