Enterrad toda amargura, 30 de diciembre
Y mis días fueron más ligeros que la lanzadera del tejedor, y fenecieron
sin esperanza.
Job 7:6
.
Si tenemos poco tiempo, aprovechémoslo juiciosamente. La Biblia nos
asegura que estamos en el gran día de la expiación. El día simbólico de la
expiación era un día cuando todo Israel afligía sus almas ante Dios, confesaba
sus pecados y acudía ante el Señor con contrición de alma, con remordimiento
por sus pecados, con arrepentimiento genuino, y con una fe viva en el sacrificio
expiatorio.
Si ha habido dificultades, si han existido envidias o malicias, enojos, malas
sospechas, confesad estos pecados, no en una forma general, sino que id
a vuestros hermanos y hermanas personalmente. Sed definidos. Si habéis
cometido un mal y ellos veinte, confesad ese mal como si fuérais el principal
ofensor. Tomadlos de la mano, dejad que vuestros corazones se ablanden bajo
la influencia del Espíritu Santo, y decid: “¿Me perdonas? No he obrado bien
contigo. Quiero enmendar todo mal, para que ninguna cosa quede registrada
contra mí en los libros del cielo. Quiero tener un registro limpio”. ¿Quién
creen Uds. que resistirá esta iniciativa?
Hay demasiada frialdad e indiferencia—demasiado de ese espíritu que
dice: “No me importa”—ejercidas entre los profesos seguidores de Cristo.
Todos deberían experimentar preocupación hacia los demás, guardando ce-
losamente los intereses de los otros. “Amaos los unos a los otros”. Entonces
podremos estar como una fuerte muralla contra los artificios de Satanás. En
medio de la oposición y de la persecución no nos uniremos a los vengativos,
no nos juntaremos con los seguidores del gran rebelde, cuya obra especial
consiste en acusar a los hermanos, en difamar y manchar sus caracteres.
Que el resto de este año se aproveche en destruir toda fibra de la raíz de
la amargura, enterrándola en la tumba con el viejo año. Comenzad el nuevo
año con una consideración más tierna, con un amor más profundo hacia cada
miembro de la familia del Señor. Uníos. “Unidos permaneceremos; divididos
caeremos”. Tomad una norma más elevada y más noble que nunca antes.—
The
Review and Herald, 16 de diciembre de 1884
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