Página 51 - Nuestra Elevada Vocacion (1962)

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Eficacia de la sangre de Cristo, 10 de febrero
La misma sangre expiará la persona.
Levítico 17:11
.
Cristo fué el Cordero muerto desde la fundación del mundo. Para muchos
ha sido un misterio el que se necesitaran tantas ofrendas de sacrificio en la
antigua dispensación, el por qué tantas víctimas sangrantes fueron llevadas
al altar. Pero la gran verdad que debía mantenerse delante de los hombres, e
imprimirse en su mente y corazón, era ésta: “Sin derramamiento de sangre,
no se hace remisión”.
Hebreos 9:22
. En cada sacrificio sangrante estaba
simbolizado el “Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”.
Juan 1:29
.
Cristo mismo fué el originador del sistema de culto judío, en el cual mediante
símbolos, se exponían las cosas espirituales y celestiales. ...
Actualmente vivimos en un tiempo cuando el símbolo ha encontrado su
realidad en la ofrenda de Cristo por los pecados del mundo; estamos viviendo
en un día de luz abundante, y sin embargo, cuán pocos se benefician con la
grandiosa e importante verdad de que Cristo ha realizado un amplio sacrificio
para todos. En la ofrenda que Cristo hizo de sí mismo, satisfizo toda la justicia
requerida, y “¿cómo escaparemos nosotros, si tuviéremos en poco una salud
tan grande?”.
Hebreos 2:3
. Aquellos que rechazan el don de la vida no tendrán
excusa.—
The Signs of the Times, 2 de enero de 1893
.
Gracias a Dios que Aquel que derramó su sangre por nosotros, vive para
defenderla, vive para hacer una intercesión por cada alma que lo recibe. “Si
confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para que nos perdone nuestros
pecados, y nos limpie de toda maldad”.
1 Juan 1:9
. La sangre de Jesucristo
nos limpia de todo pecado. Tiene un lenguaje mejor que la sangre de Abel,
porque Cristo está vivo para interceder por nosotros. Siempre necesitamos
mantener delante de nosotros la eficacia de la sangre de Jesús. Esa sangre
que limpia la vida y la sostiene, de la cual podemos apropiarnos por la fe
viva, es nuestra esperanza. Nuestro aprecio de su inestimable valor debe ir en
aumento continuo, porque habla por nosotros únicamente cuando, mediante
la fe, reclamamos su virtud, manteniendo la conciencia limpia y en paz con
Dios. Se la representa como la sangre paradójica, inseparablemente unida con
la resurrección y la vida de nuestro Redentor, ilustrada por la corriente que no
cesa de fluir y que procede del trono de Dios, el agua del río de la vida.—
Carta
87, 1894
.
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