Página 53 - Nuestra Elevada Vocacion (1962)

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Un abogado ante el padre, 12 de febrero
Hijitos míos, estas cosas os escribo, para que no pequéis; y si alguno
hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el
justo.
1 Juan 2:1
.
¡Cuán cuidadoso es el Señor Jesús al no dar ocasión al alma para que
desespere! ¡Cómo protege al alma de los fieros ataques de Satanás! Si caemos
en pecado por una sorpresa o engaño, a causa de las múltiples tentaciones, él
no se aleja de nosotros y nos abandona para que perezcamos. No, no, nuestro
Salvador no hace eso. ... El fué tentado en todas las cosas así como nosotros;
y como fué tentado, él sabe cómo socorrer a aquellos que lo son. Nuestro
Señor crucificado ruega por nosotros ante la presencia del Padre en el trono de
gracia. Debemos invocar su sacrificio expiatorio para nuestro perdón, nuestra
justificación y nuestra santificación. El cordero sacrificado es nuestra única
esperanza. Nuestra fe lo contempla, y se ase a él como el único que puede
salvar hasta lo sumo, y la fragancia de la ofrenda perfecta es aceptada por el
Padre.—
Carta 33, 1895
.
Si cometéis errores y sois inducidos a pecar, no creáis que no podéis orar,
sino buscad al Señor más fervientemente.—
Carta 6, 1893, pp. 6
.
La sangre de Jesús ruega con poder y eficacia por aquellos que se han
descarriado, por aquellos que están en rebelión, por aquellos que pecan contra
la abundante luz y el amor. Satanás está a nuestra mano derecha dispuesto a
acusarnos, y nuestro Abogado está a la mano derecha de Dios listo para inter-
ceder por nosotros. Nunca ha perdido un caso que le haya sido encomendado.
Debemos confiar en nuestro abogado, porque él presenta sus propios méritos
en nuestro favor. ... El está intercediendo por los más humildes, por los más
sufrientes, por los que pasan mayores pruebas y tentaciones. Con sus manos
extendidas él exclama: “He aquí que en las palmas te tengo esculpida”.
Isaías
49:16
.—
The Review and Herald, 15 de agosto de 1893
.
Yo quisiera poder hacer llegar las buenas nuevas hasta los rincones más
remotos de la tierra. “Si alguno hubiere pecado, Abogado tenemos para con
el Padre, a Jesucristo el justo”. ¡Oh, preciosa redención! ¡Cuán grande es
esta verdad: de que Dios, por el amor de Cristo, nos perdona en el mismo
momento en que se lo pedimos con fe viva, creyendo que él puede hacerlo
plenamente!—
The Review and Herald, 21 de septiembre de 1886
.
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