Página 55 - Nuestra Elevada Vocacion (1962)

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Perfectos con la perfección de Cristo, 14 de febrero
Al que no conoció pecado, hizo pecado por nosotros, para que nosotros
fuésemos hechos justicia de Dios en él.
2 Corintios 5:21
.
El perdón y la justificación, son una y la misma cosa. Mediante la fe, el
creyente pasa de la posición de rebelde, de hijo del pecado y de Satanás, a
la condición de súbdito leal de Cristo Jesús, no porque tenga una bondad
inherente, sino porque Cristo lo recibe como su hijo, mediante la adopción. El
pecador recibe el perdón de sus pecados, porque esos pecados son llevados por
su sustituto y garantía. El Señor habla a su Padre celestial, y dice: “Este es mi
hijo. Lo libro de la condenación de la muerte, entregándole la póliza de seguro
de mi vida—vida eterna—porque yo he tomado su lugar y he sufrido por sus
pecados. El es mi hijo amado”. Así el hombre, perdonado y vestido con las
hermosas vestiduras de la justicia de Cristo, se presenta perfecto delante de
Dios. ...
Es prerrogativa del Padre perdonar nuestras transgresiones y pecados,
porque Cristo ha tomado sobre sí mismo nuestras faltas y nos ha libertado,
imputándonos su justicia. Su sacrificio satisface plenamente las exigencias de
la justicia.—
Manuscrito 21, 1891
.
Muchos sienten que sus faltas de carácter les hacen imposible cumplir las
normas que Cristo les ha fijado. Pero todo lo que éstos tienen que hacer, es
humillarse a cada paso bajo la poderosa mano de Dios; Cristo no estima al
hombre por la cantidad de trabajo que hace, sino por el espíritu con el cual
hace ese trabajo.
Cuando ve a los hombres levantando las cargas, tratando de llevarlas con
humildad de mente, desconfiando del yo y confiando en él, añade a su obra
su perfección y suficiencia, y es aceptado por el Padre. Somos aceptados por
el Hijo amado. Los defectos del pecador son cubiertos por la perfección y la
plenitud del Señor, justicia nuestra. Los que son sinceros, y tienen corazón
contrito, realizan esfuerzos humildes para vivir según los requerimientos de
Dios, y ellos son considerados por el Padre con amor tierno y misericordioso;
a los tales los considera hijos obedientes, y les imputa la justicia de Cristo.—
Carta 4, 1889
.
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