Página 88 - Nuestra Elevada Vocacion (1962)

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Desconfiemos de nosotros mismos y clamemos a Dios, 17 de
marzo
Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Confesaré, dije, mis
rebeliones a Jehová; y tú perdonaste la maldad de mi pecado.
Salmos
32:5
.
David a menudo triunfaba en Dios, y sin embargo a menudo se espaciaba
mucho en su propia indignidad y pecaminosidad. Su conciencia no estaba
dormida o muerta. El exclamaba: “Y mi pecado está siempre delante de mí”.
Salmos 51:3
. No se engañaba pensando que el pecado era una cuestión con
la cual no tenía nada que ver, que no debía preocuparle. Cuando veía las
profundidades del engaño que había en su corazón, oraba a Dios para que ...
lo limpiara de las faltas secretas.
No es seguro para nosotros cerrar nuestros ojos y endurecer nuestras
conciencias, para que no veamos o comprendamos nuestros pecados.—
Carta
71, 1893
.
El corazón humilde no pensará que la confesión está por debajo de él. No
creerá que es una desgracia confesarse, cuando de cualquier manera, aun en
pensamiento, ha herido a su hermano o retrasado la obra de Dios.—
Manuscrito
23, 1899, pp. 14
.
Los pecados, de los cuales uno no se ha arrepentido, son pecados que
no han sido perdonados. Aquellos que piensan que les han sido perdonados
pecados de los cuales ellos nunca han experimentado la pecaminosidad, y
por los cuales nunca han sentido contrición de alma, únicamente se están
engañando a sí mismos. ... Nuestra fortaleza radica en nuestra debilidad
consciente. ... Desconfiando de nosotros mismos clamamos a Dios por ayuda,
y obramos nuestra salvación con temor y temblor. Suprimiendo toda confianza
en el brazo de carne, nos aferramos firmemente a Jesús. ...
La gente de vida fácil, que profesa meramente ser cristiana, jamás llegará
al cielo. Dios pide que cada uno de sus seguidores realice un trabajo cabal. ...
Mediante una definida negación de sí mismo,
Mediante una constante vigilancia,
Mediante la oración ferviente,
Por el uso diligente de toda gracia,
Y por la ayuda de Cristo nuestro Redentor,
Así es como ganaremos la victoria.
El descanso que ofrece el cielo es para los cansados,
La corona es para la frente de los guerreros.—
Carta 24, 1888, pp. 2-4
.
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