Página 90 - Nuestra Elevada Vocacion (1962)

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Edificando para la eternidad, 19 de marzo
Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a
un hombre prudente, que edificó su casa sobre la peña; y descendió
lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y combatieron aquella casa; y
no cayó: porque estaba fundada sobre la peña.
Mateo 7:24, 25
.
La formación de un carácter es la obra de toda la vida, y es para la eter-
nidad. Si todos comprendieran esto, si despertaran al pensamiento de que
individualmente estamos decidiendo nuestro destino para la vida eterna, o
nuestra ruina eterna, ¡qué cambio ocurriría! ¡Cuán diferentemente ocupado
sería este tiempo de prueba, y cuán diferentes caracteres llenarían nuestro
mundo!
En la edificación del carácter es de la mayor importancia la necesidad
de cavar hondo, quitando toda escoria, y edificando en lo inconmovible, en
la Roca sólida, Cristo Jesús. Para poner un firme fundamento necesitamos
sabiduría, para saber cómo edificar. ... En su ley Dios nos ha dado una norma,
y es de acuerdo a este modelo como debemos edificar. La ley es la gran norma
de justicia. Representa el carácter de Dios, y es la prueba de nuestra lealtad a
su gobierno.
La entereza es necesaria para obtener éxito en la edificación del carác-
ter. Debe haber un ferviente deseo de llevar a cabo los planes del Maestro-
constructor. Las maderas que se utilicen deben ser sólidas; no puede hacerse
un trabajo descuidado e indigno de confianza, porque arruinaría la edificación.
En esta obra debe ponerse al trabajo todo el ser. Exige fortaleza y energía;
ninguna reserva debe malgastarse en asuntos sin importancia. Debe ponerse
al trabajo la decidida fuerza humana, en colaboración con el Obrero divino.
Debe realizarse un esfuerzo ferviente y perseverante por romper con las
costumbres y las máximas y asociaciones de este mundo. El pensamiento
profundo, el propósito ferviente, y la firme integridad son esenciales. No debe
haber ociosidad. La vida es un depósito sagrado, y cada momento debiera ser
aprovechado sabiamente. ...
Recordad que estáis edificando para la eternidad. Aseguraos de que vues-
tros cimientos sean seguros; luego edificad firmemente, con esfuerzo persis-
tente, pero con bondad, mansedumbre y amor. Así vuestra casa permanecerá
inconmovible, no sólo cuando las tormentas de la tentación lleguen, sino
cuando las abrumadoras olas de la ira de Dios barran el mundo.—
The Youth’s
Instructor, 19 de febrero de 1903
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